EE UU aprieta el cerco a Corea del Norte
Hillary Clinton apunta desde el paralelo 38 hacia el tráfico de armas de Pyongyang
PEKÍN. Actualizado: GuardarDesde la misma caseta que separa a las dos Coreas a la altura del Paralelo 38, en el puesto fronterizo de Panmunjom, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, anunció ayer nuevas sanciones económicas contra el régimen de Kim Jong-Il. «Seguimos enviándole un mensaje al Norte: hay otro camino. Hay uno que puede beneficiar a su pueblo, pero, hasta que no cambien su dirección, Estados Unidos permanecerá firmemente al lado del pueblo y el Gobierno surcoreano, a los que ofrecerá una defensa incondicional», prometió Clinton justo en la última frontera de la Guerra Fría.
«Aunque se trate de una línea muy delgada, estos dos lugares pertenecen a mundos diferentes», señaló refiriéndose a la estrecha raya en el suelo que divide al norte comunista del sur capitalista. Desde la Guerra de Corea (1950-53), ambos países están separados por una franja de cuatro kilómetros de ancho que recorre el Paralelo 38 y, curiosamente, se denomina Zona Desmilitarizada, pese a albergar a dos millones de soldados y una de las mayores concentraciones de armamento del mundo.
En este simbólico escenario, Clinton entró junto al secretario de Defensa, Robert Gates, en la caseta de Panmunjom, donde se celebran las reuniones militares entre los altos mandos de uno y otro bando. Como una mitad pertenece al norte y la otra al sur, cada parte cierra su puerta cuando la otra dirige alguna visita a la caseta, ya que 75.000 turistas acuden cada año a este lugar cargado de historia, uno de los más misteriosos del planeta.
Mientras soldados norcoreanos se asomaban para curiosear por las ventanas y ver a Clinton rodeada de periodistas y cámaras de televisión, los surcoreanos permanecían impertérritos tras sus gafas de sol como auténticas y musculosas estatuas de cera. Una parte más del ritual turístico-belicoso que ayer aderezaron Clinton y Gates, quienes escenificaron el endurecimiento de la postura de la Casa Blanca con el régimen de Pyongyang. El Gobierno de Obama pretende de esta manera presionar a Corea del Norte para que vuelva a negociar su desarme nuclear y, sobre todo, lanzarle una seria advertencia después de que Seúl acusara al régimen de Kim Jong-Il de matar a 46 marineros al hundir en marzo su corbeta 'Cheonan' con un torpedo disparado desde un submarino.
«Pasos irreversibles»
«Corea del Norte debe cesar sus provocaciones, detener la beligerancia con sus vecinos y dar pasos irreversibles hacia su desnuclearización y el cumplimiento de las leyes internacionales. Si elige este camino, las sanciones serán levantadas, se le suministrará energía y ayuda económica y sus relaciones con EE UU serán normalizadas», prometió la esposa del ex presidente Bill Clinton, quien precisamente viajó hasta Pyongyang el verano pasado para liberar a dos periodistas asiaticoamericanas encarceladas por cruzar la frontera.
Para impedir que Corea del Norte siga traficando con armas y que Kim Jong-Il continúe viviendo como un emperador mientras su pueblo se muere de hambre, la Administración demócrata pretende fiscalizar sus escasas transacciones internacionales y limitar la adquisición de artículos de lujo para la élite. Pero, a falta de medidas concretas, dichas amenazas se antojan como un brindis al sol -seguramente el que hará Kim Jong-Il con el coñac francés que tanto le gusta- mientras camiones chinos cargados con todo tipo de productos sigan cruzando la frontera con Corea del Norte en Dandong.
Y es que Pekín, único aliado de Pyongyang, ya ha pedido «contención» a Washington. «Instamos a ambas partes a que mantengan la calma», recomendó el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Qin Gang. En pleno enfriamiento de las relaciones entre la Casa Blanca y el Gran Dragón por la anunciada venta de armas a Taiwán, Qin Gang expresó su «profunda preocupación» por las masivas maniobras militares que EE UU y Corea del Sur llevarán a cabo el domingo, definidas por la propaganda norcoreana como una «amenaza de invasión».
Cuando se acaban de cumplir sesenta años del inicio de la Guerra de Corea, sigue la tensión en el paralelo 38.