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Amparo Cerro y Hilario Martín quisieron disfrutar de la plenitud del género tanguero.
LA SACRISTÍA

Tango en el Alcázar

MARCO ANTONIO VELO
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Los Jardines del Eslava del Alcázar se impregnaron de remembranza, prodigalidad rítmica, inconsútil coreografía del sentimiento de la tristeza y prístino homenaje al tango con letras mayúsculas. La lírica del canto a lo necesariamente íntimo y una desplegada reverberación de la virtud musical. El Festival Internacional de Tango de Jerez encontró el sábado el colofón de oro que sólo Melchor Campuzano sabe colocar en la cima de un arte indómitamente irreprimible. Anochecida de ensueño con ecos implícitos del gran Carlos Gardel. Extrapolación de la memoria, regate de la evasión, frescor del conocimiento. Ambiente de excepcionalidad. No encontrábamos coto a los franqueos de la plenitud. El tango -aquí, ahora y siempre- suscita el estallido de la respuesta colectiva. En el Alcázar hubo colorido y templanza. Baile sensual encima de las tablas y abrazo de artistas que trazaron siluetas de prodigio sobre la linealidad del escenario. Estuvieron presentes, entre otros muchos, Osvaldo Jiménez, Stik Cook, Daniel Silva, Juan Miglionico, Esteban Jusid, Soledad Muriel , Javier Oyhanarte, Amparo Cerro, Hilario Martín, Alba, La Rubia o Rogelio Jarquín. Éxito de esta convocatoria simpar que agavilla fragmentos de intimidad en el dulce guiño de una canción de amor.