El caos de su espionaje debilita a EE UU
El sistema de inteligencia ha crecido tanto desde el 11-S que genera un nivel de información imposible de manejar
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarMás dinero, más agencias, más analistas, más, más, más. Desde que el 11-S de 2001 los terroristas de Al-Qaida hiciesen temblar de miedo a los estadounidenses atacándoles en casa, el Gobierno ha respondido a cada amenaza terrorista con una nueva partida económica para inflar el gigantesco sistema de inteligencia, que ha alcanzado niveles absurdos que se escapan a la comprensión de cualquier ser humano.
Ésta es la historia de cuando más es menos, sacada a la luz por dos periodistas de 'The Washington Post' que han investigado durante dos años la superestructura de la inteligencia. Para explicársela a sus lectores han necesitado de una serie de reportajes cuya primera entrega ayer tenía dieciocho folios, un documental de una hora que se estrenará en otoño y una base de datos de todas las empresas que trabajan en inteligencia -www.washingtonpost.com/topsecretamerica-.
El Gobierno de George W. Bush no sólo privatizó la guerra, la seguridad de las embajadas en el extranjero y cuanto pudo poner en manos de empresas -calificadas de 'contratistas'-, sino también la inteligencia. Casi dos mil firmas trabajan para la Administración en tareas de contraterrorismo, seguridad nacional e inteligencia, repartidas a lo largo de diez mil edificios desperdigados por todo el país, desde Nebraska a Colorado, con Washington DC como su núcleo. Pero la cifra de empleados es tan vasta que 854.000 personas han recibido luz verde para escuchar los secretos más confidenciales a los que no tienen acceso la inmensa mayoría de los empleados de la Casa Blanca. Se trata de una cifra tan ingente que representa 1,5 veces la población de la capital.
Todo eso no ha servido para que el Gobierno controle mejor a su enemigo. Por el contrario, con tanta y tan desbordante información resulta imposible bucear en ella y poner atención a la que verdaderamente importa. Algo que demuestra la historia reciente de los atentados que han estado a punto de tener éxito. Desde el del terrorista del día de Navidad al de Times Square, pasando por el soldado de Fort Hood que provocó una auténtica masacre. La inteligencia estadounidense había recogido todas las pistas necesarias para verlo venir e impedir sus movimientos, pero nadie pudo juntarlas y darles sentido. Este año en su testimonio ante el Congreso, el director de la Oficina Nacional de Responsabilidades de Inteligencia, Dennis Blair, admitió los errores y pidió más dinero y más analistas para evitar otro error, y se le concedió. Más, más, más.
'Superusuarios'
En el Departamento de Defensa, donde residen más de dos tercios de los programas de inteligencia, sólo un puñado de altos funcionarios denominados 'Superusuarios' tienen autorización para acceder a lo que realizan todos esos programas. Pero cuando a uno de ellos se el convocó a a una reunión informativa, fue obligado a entrar en una sala oscura sin un papel en el que tomar notas, antes de recibir el aluvión. «¡Parad!», gritó frustrado. «No voy a acordarme de nada», contó al rotativo. En palabras suyas: «No me quedarían suficientes años de vida para que me informaran de todo lo que se está haciendo».
Son 50.000 informes de inteligencia anuales, que, según 'The Washington Post', en su mayoría son rutinariamente ignorados por el alto volumen de información que contienen. Al menos 263 nuevas organizaciones se han creado desde los atentados de septiembre de 2001 en respuesta a éstos, y las que ya existían se han duplicado, triplicado o multiplicado aún más veces en tamaño de empleados, edificios y actividades, amén de las 1.931 empresas privadas antes mencionadas. Tanto que el prestigioso rotativo considera ya el negocio de la inteligencia como una gran corporación.
Cada día la Agencia Nacional de Seguridad intercepta y almacena 1.700 millones de emails, llamadas de teléfonos y otras comunicaciones. Sólo una fracción son separadas en 70 bases de datos diferentes. Miles de veinteañeros malpagados y sin experiencia se encargan de analizar la información que llega a las secretísimas habitaciones de inteligencia que donde se recolecta la información de empresas privadas y de gobierno.