Sociedad

El Juli, grande, y Manzanares, a hombros

Corrida variada de Victoriano del Río, un sexto de dulcísimo son y con él se abre la puerta grande José Marí

BARCELONA. Actualizado: Guardar
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Después de cortar en mayo temporada por causa mayor, José Tomás dejó vacante su plaza. Vino por él El Juli. Un Juli espléndido. En su palo específico de torero inteligente que desgrana como en clave las razones de torear: la elección de terrenos y distancias, las pautas y los momentos de la lidia, la misma mesura sin descartar ni improvisaciones ni golpes de sorpresa. Y en el otro palo, es decir, en versión más desgarrada, de torero eternamente ambicioso.

Y responsable: sobre sus hombros caía el peso de esta corrida tan trascendente. Era la vigésima octava vez que en once años hacía el paseo en la Monumental. Nunca con tanta carga. Por primera vez sustituía a José Tomás en Barcelona. Manzanares llegó a torear entregado, ajustado y acoplado con la mano derecha a sus dos toros, pero sin redondear faena, y el fondo de la corrida estuvo más donde anduvo El Juli que en ninguna otra parte. Cauteloso, desconfiado y en renuncios repetidos, El Fundi, descarado sólo en un quite de lances de costadillo al tercero, no contó apenas. Hizo pegar en varas sin piedad a sus dos toros. El primero se acostó por la mano izquierda pero descolgó bien por la otra. No estaba El Fundi para mayores tratos. El cuarto tuvo bravo fondo y estuvo a punto de desbordarlo.

Los dos toros sencillos fueron los del lote de Manzanares: un bomboncito el sexto, engatillado, brocho y terciado; noble el tercero, que se astilló el pitón izquierdo al primer remate, escarbó entre pausas y tuvo la virtud de meter la cara por abajo. En corrida caprichosamente repartida El Juli se llevó los dos toros que, dando juego, fueron menos propicios: el segundo, por ponerse pegajoso y adelantar por la mano derecha, y por rajarse sin remedio cuando El Juli, que lo templó en dos tandas devastadoras con la zurda, se emperró en sujetarlo fuera de querencia como si quisiera amarrarlo; y un quinto de espectacular estampa: anchos pechos y caja, casi 600 kilos, la pinta ensabanada pero capirote en cárdeno, ojalado y bocinero, el de más cara de la corrida. Un cromo.

Toro guerrero pero El Juli pidió a Diego Ortiz que midiera un puyazo primero, que tiñó de sangre como un gran borrón colorado la capa de armiño. El Juli lo toreó en los medios y dando distancia en tres tandas en redondo de rico compás: despacio de verdad. Con ese codilleo que El Juli ha incorporado a su repertorio bastó para sujetar al toro, que estaba venido abajo a los quince viajes en serio. El Juli, espléndidos en remates cambiados a pies juntos, tuvo que darle refresco al toro. Quería cortarle las orejas.

No quiso trabajar por la mano izquierda el toro, y escarbó, y El Juli recurrió entonces a los péndulos, a encajarse entre pitones, a tirar por arriba en viajes de ida y vuelta, a dos cambios de mano, a los circulares agónicos sin perder pasos. O sea, que fue zurrar la badana al toro. El toro se rindió tras la igualada tres veces, El Juli dibujó un soberbio muletazo de recurso en uno de esos cantes de gallina. La arrancada última del toro la libró con otro muletazo por alto fantástico, digno de verse. Y rodó sin puntilla el toro.

Como el pitón derecho del segundo fue un punto incierto, El Juli no pasó con la espada hasta el tercer viaje y tuvo que descabellar dos veces. Entre los primores de Julián con el capote, el mayor fue un quite por chicuelinas al segundo toro: dejándolo llegar mucho y girando de puntillas. Un remate a punta de capote fue antológico.

Triunfo

Manzanares pegó, sueltos, lances templados. No siempre cargada la suerte, volados los brazos. En paralelo a tablas le armó al tercero una linda primera parte de faena. Sin ligar con la izquierda, tapando en exceso al toro y abusando de las pausas. Un pinchazo, una estocada ladeada y desprendida. El encaje en los muletazos que abrieron tanda con la derecha, en el sexto toro, fue la obra mayor de Manzanares en toda la tarde. Entre los solos del pifano de un pasodoble se oyeron estremecedoramente las voces de Manzanares para reclamar a un toro que venía al engaño y no de oídas. La faena perdió carácter en cada corte, pero el final, con circulares invertidos provocó a la gente. Y pases de pecho de los de fundirse. Una estocada a paso de banderillas y arrancando desde muy largo. Letal.