El verano convierte la calle Larga en un bulevar del arte
Músicos de cámara y pintores expresionistas comparten el suelo de esta céntrica vía con vendedores callejeros y caminantes
JEREZ.Actualizado:No todo iban a ser bares y tiendas en la calle Larga. Pese a las altas temperaturas de estos días centrales de julio, el espacio que se extiende entre la rotonda de los Casinos y la plaza del Arenal se convierte en terreno fértil para distintas expresiones del arte. Y algunas de ellas ocultan una historia detrás.
4.000 kilómetros separan Bielorrusia del sur de España. Tal es la distancia que han recorrido Maksim y Peter, «dos amigos y compañeros, personas», hasta llegar a Jerez. Los viernes por la mañana se han convertido ya en una cita ineludible para aquellos que desean gozar del sonido de la cuerda pulsada sobre un mástil sin necesidad de recurrir al sempiterno flamenco de nuestra ciudad. Porque en la calle Larga hay también lugar para la música de cámara. Incluso a las dos de la tarde. Haya el sol que haya.
«Hoy, tres horas». En España, casi diez años. Maksim toma la voz cantante del conjunto de música clásica Capriccio, aunque sus cualidades vocales carezcan de validez en su formación: además de tocar el violín, es también el encargado de ir pasando las 'minus one' en el reproductor. «Son los instrumentos de acompañamiento que ponemos en 'playback'». Peter, como su contrabajo, prefiere quedarse al margen, quizá más por timidez que por las carencias idiomáticas que alega. «Tengo 33 años», alcanza a decir. «Y yo ya he terminado».
Se refiere a sus estudios. Un poco más cerca que Bielorrusia queda Sevilla, la ciudad donde Maksim Paliazhakin termina su carrera de violín. ¿Y después? «Oposiciones para orquesta, para dar clases...». Pero hay un problema. «Requiere la nacionalidad, o ser de la Unión Europea», y para ello hacen falta muchos requisitos, entre éstos, «haber residido legalmente diez años en nuestro país. Y él los dos primeros los pasó de manera no reglada en España. «Un rollo».
En el repertorio de estos dos músicos de dura mirada -casi firmaríamos que son familia, pese a que lo nieguen- tienen cabida los grandes compositores clásicos. «Mozart, Vivaldi, Bach, Brahms... de todo». Incluso guardan un lugar para las peticiones. «Siempre nos piden el Canon de Pachelbel», y agrega esbozando una sonrisa: «Es la única que conocen». Y mientras ellos se cobijan a la sombra de uno de los árboles de la Larga, al frente una familia tipo, con sus dos niñas, aguarda al sol la siguiente pieza.
Desde el epicentro político andaluz los bielorrusos abren su abanico de destinos dignos de oír el frote de las cuerdas de sus instrumentos. «Córdoba, Huelva, Cádiz...». Pero sólo en Jerez la gente se para, contempla y se acerca a felicitarles. Los onubenses no salen bien parados: «En Huelva la gente no entiende». A pesar del evidente atractivo que levantan en la calle jerezana, a las 14.30 emprenden su rumbo hasta la capital.
Sin permiso
La Ley da una tregua a la música. En las tres o cuatro horas durante las que exponen su programa de calle son muchos los agentes de Policía que pasan frente a ellos, a pie o en moto, e incluso les dedican una embelesada mirada de atención. «No nos suelen molestar», relata Maksim. «Tenemos un repertorio muy variado», dice, como tratando de excusarse. «¡Es música clásica, la más agradable de las músicas!», añade y termina de alegar.
Sólo una vez les pidieron el preceptivo permiso del Consistorio para poder tocar en la calle, y no por las molestias que pudieran ocasionar, sino por la irrisoria remuneración. «Si el Gobierno me diera una beca para estudiar, no tocaría aquí».