DISCRETO ARRANQUE DE LOS JUEVES FLAMENCOS
Actualizado:Ya es una institución, ni crisis ni crisis. Este año en el Baluarte de la Candelaria, la serie de siete citas repletas de arte conmemora el centenario de la aparición del término 'bulería' (aunque tenga algo más de antigüedad). Nuevamente felicitamos a la organización por su constancia y su criterio a la hora de conformar los carteles.
Este evento cuida mucho el reparto geográfico, y en esta ocasión hemos podido saborear el cante de Cádiz, Jerez y Chiclana representados por tres jóvenes y un veterano, cada uno un maestro en su línea, y una bailaora madrileña. Ninguna figura de peso, pero una velada digna y entretenida.
Macarena de Jerez, lejos de ser una joven promesa, es más bien veterana joven, y una de las pocas jerezanas cantando por derecho actualmente. Hacía tiempo que no había pisado este escenario, y su expansiva personalidad y estampa folklórica fueron el perfecto aperitivo para abrir el apetito en la primera cita de las siete que componen el programa. Con su enorme flor bien erguida, y el maestro Antonio Higuero a la guitarra, la señora empezó por tangos y malagueñas del Mellizo interpretadas con un atractivo decir canastero. Lanzada, entregada y auténtica por siguiriyas, fandangos del Gloria y bulerías.
David Palomar, artista local en vías de convertirse en figura, y buena falta que hace en esta ciudad cuyos momentos de gloria flamenca quedan demasiado lejos. Empieza por bulerías de Cádiz, y Manolo Vargas y Pericón sonríen desde lo alto. Con el público metido en el bote, el cantaor interpretó unas siguiriyas recordando a cantaores desde Donday hasta Talega, siempre a través de su prisma particular. Alegrías con el sabor de la Viña, y una variedad de estilos por soleá. Por bulerías pecaba de excesiva canción para el gusto de la que escribe, pero el público en pie no le pone ningún 'pero'. A todo esto, el original, imprescindible e irrepetible Rafael Rodríguez a la guitarra cura todos los males.
La bailaora madrileña Eliecer Truco y su grupo decepcionaron. Una coreografía rígida y rebuscada por solea, un estilo de tablao madrileño de los años noventa, un atrás que dejaba que desear y cierta arrogancia en la bailaora se combinaron para mantener al público sentaíto y callaíto después de la bulería final.
Felipe Scapachini hizo lo que siempre hace. Cantar por Cádiz con su cálida voz, el saborcito de las vivencias y el corazón en la mano Tan fiable como el reloj del campanario de la catedral, con Adriano Lozano a la guitarra, cantó por solea, malagueñas, alegrías y bulerías.
Cierra el chiclanero Antonio Reyes, otro joven que aspira a figura. Con el jerezanísimo Antonio Higuero a la guitarra, y su cara de querubín tostado, empezó por tangos acancionados. Por soleá hubo momentos francamente sublimes. Bulerías cortas y de cuplé, fandangos caracoleros, la zambra que se empeña en rematar con su señora meneando brazos y caderas, y ya estamos soñando con Aurora y Pansequito que pondrán las cosas en su sitio la semana que viene.