España y el deporte
Actualizado: GuardarHubiera sido curioso que por estas casualidades, que a veces se dan como acontecimientos mágicos en la vida, que el histórico 11 de julio de 2010, hubiera sido el día de un hipotético referéndum del Gobierno para que nuestro país decidiera en las urnas, ya una vez reformada la Constitución, la voluntad de elegir cada Comunidad su aspiración a ser una Nación independiente y separada de España. Que hubiera ocurrido? Creo, según pude observar recién acabado el partido de fútbol entre España y Holanda, finalistas del Mundial de este deporte y del que salió triunfador nuestro equipo y al que tuve la oportunidad de ver en un bar, que niños, adolescentes, jóvenes, mayores y ancianos, contagiados del mismo entusiasmo, como en un estado de psicosis colectiva gritaban, tanto en el lugar donde se había celebrado el evento, como en cualquier sitio del planeta donde hubiera españoles atentos al acontecimiento: ¡Viva España!, ¡soy español! En nuestro país no habría lugar para contabilizar los mudos nacionalistas, porque se impuso la solidaridad festiva por las circunstancias y de la que también habla nuestra Constitución y que quedaría manifiesta en ese supuesto referéndum, arrojando el valor cuantitativo de los que piensan en la fractura de España. Pienso que en ese supuesto los partidarios del independentismo o separatismo hubieran sufrido una decepción. Si se hubiera producido esa conjunción, hubiera quedado claro que cada autonomía está compuesta por una serie de colectivos partidarios de una filosofía de vida diferente y que la suma de todas las que no fueran nacionalistas era superior a las que lo son. El ciudadano que no se dedica a la política y no está afectado por simpatías ilusorias lleva en su genética el sentimiento de una España única, transmitida desde sus antepasados a diferencia con los políticos a los que les pasa lo mismo, pero puede más en algunos casos otros intereses.