COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

GRANDE O PEQUEÑO

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Nadie se atreve a poner en duda que la infancia es ese periodo de la vida en que tú eres chico y las cosas son grandes. Luego uno crece, y crece y empieza a comprender por qué Alicia hacía cosas tan raras en el País de las Maravillas. Todos hemos sido pequeños alguna vez, una certeza que, no nos exime de haber sufrido ese síndrome del tamaño mutante, que una cosa es grande o no, depende de quien se mida con ella. Así nos pasó a los de mi generación con el Mundial del Naranjito -creo que no pasamos de cuartos- y con aquella selección de Arconada y sus muchachos. Era grande. Pero lo era, sólo porque nosotros éramos pequeños. Qué cosas.

El domingo los niños vivieron algo grande, sin relativismos esta vez, sin medidas. Algo que posiblemente recuerden toda su vida, por la euforia, por las pantallas gigantes, por la alegría colectiva o porque nunca más lo vuelvan a ver. Era el momento de España, la del 'patriotismo made in China', la de Casillas y su beso, la campeona del mundo. Para los niños, la final del pasado domingo fue un momento mágico, de esos que necesitan polvo de hadas o pociones que salen de una marmita y que tan comunes son en la infancia, que lo magnifica todo.

Por eso hay quien se instala cómodamente en esa bendita indolencia y todo le parece excepcional. Como la carroza que confeccionaron los de Expoartesanía en mitad de la plaza de San Antonio, que parecía un juanillo de barrio sin gracia ninguna, pero a la que sus organizadores veían como espléndida y espectacular. Debe ser que estoy muy mayor y que todo lo veo muy pequeño en esta ciudad. No sé. Le preguntaré al pulpo Paul. Ese sí que lo sabe todo.