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¡Campeones!

No sé si esta Copa Mundial es un punto del PIB; sí estoy seguro de que lo es en el producto interior emocional

JOSÉ MARÍA CALLEJA
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El éxito de la selección española en el Mundial de fútbol supone un acontecimiento que afecta a los sentimiento, a lo simbólico, a la idea que un país puede tener de sí mismo y a la forma en que los demás nos perciben. Supone también una ceremonia colectiva, en la que todos los que participan en ella se sienten protagonistas, parte alícuota de un éxito inédito. Es, sobre todo, un premio máximo a una forma excelsa de jugar, a un concepto de fútbol entendido como placer para quienes lo vemos y para quienes lo juegan. Es un premio al buen fútbol. España ganó el Mundial en el partido contra Alemania. Nunca hasta ese momento una selección había jugado así en este Mundial. La forma de no dejar tocar el balón a los alemanes, de hilvanar jugada tras jugada, de manera milimétricamente engrasada; la capacidad para crear situaciones, para combinar esa forma impecable de jugar con la fuerza volcánica de Puyol. Su gol, y el del insuperable Iniesta, quedan para la historia. Aquel partido de ensueño contra Alemania me hizo sentir la certeza de que España ganaba el Mundial ante los naranjas. Holanda se traicionó a si misma y dio patadas como nunca, salió a no dejar jugar, parecía uno de esos equipos gladiadores de las segundas divisiones, conscientes de que no pueden evitar que pase el balón pero que garantizan que el jugador no pasará. Pudieron ganar, pero estaba decidido en el partido contra Alemania que España ganaría el Mundial como premio por su juego, por su concepto del fútbol, por hacernos disfrutar.

Los españoles hemos tenido la buena noticia que deseábamos, más urgente aún después de la cadena de malos datos de la crisis. A partir de ahora se liquida el curso político, se liquidan las pasiones tristes de los últimos meses y se olvida la crisis por muchos días. Con la Copa del Mundo nos vemos de otra forma y fuera nos verán con otros ojos. No hay mayor anuncio que el gol de Iniesta, visto por millones y millones de personas en todo el mundo. No hay país que pueda pagar semejante campaña publicitaria, de inserción obligatoria y gratuita en todos los países del mundo. Este ha sido el Mundial en el que la bandera española se ha normalizado en un uso amable y masivo por miles de españoles en las calles de nuestro país. Ha dejado de ser un símbolo que algunos usaban de forma partidista y sectaria para formar parte del acervo sentimental de miles de jóvenes que la han exhibido. Nunca hubo tantas banderas en coches y balcones. No sé si esta Copa Mundial es un punto en el PIB; sí estoy seguro de que lo es en el producto interior emocional, que constituye un subidón de alegría, siempre necesaria. España ha jugado un fútbol precioso contra Alemania y lleva años jugando muy bien. Sólo por eso merecía este reconocimiento oficial.