AVALES

Les confieso que no me ha sorprendido demasiado el cambio tan rápido que he advertido en los rostros de algunos seguidores cadistas que, hace escasamente una semana, estaban visiblemente desilusionados. Aunque es cierto que este nuevo descenso del equipo amarillo ha hecho una profunda mella en una afición que ya estaba demasiado escaldada, también es verdad que la designación de Roberto Suárez como director técnico ha abierto un resquicio a la esperanza de que se produzca un cambio profundo en el rumbo de la entidad. Ya sabemos que son muchas las piezas que él deberá reemplazar para elaborar un proyecto ilusionante, pero hemos de confiar en que tendrá suficiente habilidad para mover hilos y para urdir una trama de profesionales que proporcionen consistencia al equipo. Son varios los avales personales y garantías profesionales que acreditan su amplia capacidad para desempeñar este cargo con solvencia: en primer lugar, su equilibrio psicológico y su dominio emocional; en segundo lugar, su detallado conocimiento de las plantillas de los equipos de esta categoría, y, en tercer lugar, su reconocida identificación con el equipo. Todos los aficionados hemos podido comprobar estas cualidades en los minuciosos, ponderados y generosos análisis que, tanto en la prensa escrita como en la radio, nos ha ofrecido a lo largo de toda la temporada pasada. Es comprensible, también, que abunden los escépticos que, antes de formular un juicio definitivo, esperen que pase algún día para comprobar el acierto de las primeras gestiones; y no faltarán quienes, escarmentados, no expresen sus opiniones hasta conocer los resultados de los primeros partidos, pero tengo la impresión de que serán más los que -todavía de una manera algo discreta- se agarrarán confiados a esta designación para renovar, una vez más, su lealtad a los colores azul y amarillo.