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Steele y McCain, en un descanso de la pasada campaña presidencial. :: AP
MUNDO

Los republicanos, contra su líder

Destacadas figuras del partido conservador de EE UU piden la dimisión de Michael Steele por sugerir que la guerra de Afganistán está perdida

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.Actualizado:

Las críticas a Barack Obama tienen límites, como empiezan a comprobar prominentes miembros del Partido Republicano que se han dejado llevar por el clima de acoso y derribo de la ultraderecha. Uno de esos límites es la guerra, donde los patriotas no pueden aceptar la idea de una derrota, incluso si daña al presidente que tanto detestan.

La última metedura de pata de Michael Steele puede costarle el puesto al frente de la formación conservadora. Destacadas figuras del partido que en otros momentos polémicos de su corta gestión le han defendido salieron el fin de semana a la palestra para pedir indignados su dimisión. A Steele le puede salvar el 'puente' del 4 de Julio, que ha pillado a todo el mundo de vacaciones y evitado que sus palabras y las críticas repiquen hasta la saciedad en los oídos mediáticos. Al líder republicano no se le ocurrió otra cosa el jueves, en un acto de recaudación de fondos del partido celebrado en Connecticut, que calificar de «cómico» el incidente del general Stanley McChrystal criticando al Gobierno en la revista 'Rolling Stone', y lo que es peor, desmarcarse de la guerra y sugerir que no se puede ganar.

«Tened en cuenta, candidatos federales, que esta es una guerra que Obama ha elegido. Esto no es algo que EE UU haya buscado o en lo que se haya querido involucrar, sino que fue cosa del presidente, que intentaba caer bien y construyó un guión demonizando Irak, mientras decía que la verdadera batalla debía estar en Afganistán. Bueno, pues si es tan buen estudiante de la historia, ¿no ha entendido que lo que no se hace es meterte en una guerra sobre el terreno en Afganistán? Todo el mundo que lo ha intentado en miles de años de historia ha fracasado, por buenas razones», señaló Steele.

El viernes por la noche, mientras millones de estadounidenses empezaban una de las vacaciones más populares del año, el vídeo de sus declaraciones llegaba a la prensa. Y esta vez la Casa Blanca no necesitaba más que asegurar su difusión, porque las verdaderas críticas vinieron de su propio partido. De hecho, «la mayor preocupación de los demócratas es que Steele pierda su cargo», bromeó Greg Dworkin, editor del conocido blog de ultraizquierda Daily Kos. «Para los demócratas es mucho más eficaz donde está».

Comentarios falsos

En el diario 'Político', César Conda, un antiguo asesor del vicepresidente Dick Cheney en política interior, que ha defendido a Steele en todas sus meteduras de pata anteriores, pedía ayer su dimisión. «Sus comentarios de que esta guerra es por elección de Obama no sólo son falsos (la comenzó George W. Bush en respuesta a los ataques terroristas del 11-S) sino que están lejos del consenso republicano», protestó. «No me imagino a Ronald Reagan tolerando a un presidente del partido que contradijera públicamente su mantra de 'paz gracias a la fuerza'. Por este motivo Steele debería dimitir», reiteró.

John McCain, el veterano de Vietnam que perdió las elecciones frente a Obama, advirtió de que Steele «va a tener que determinar si puede seguir liderando al partido». Liz Cheney, hija del ex vicepresidente y líder del grupo conservador Mantengamos EE UU a Salvo se sumó al clamor.

«El presidente del Partido Republicano debe defender con firmeza la victoria de EE UU en la guerra contra el terrorismo, algo que no puede ocurrir si no prevalecemos en Afganistán», sentenció. Y en la revista conservadora 'Weekly Standard', su editor Bill Kristol admitía tras pedir la renuncia de Steele que «hay quien piensa que deberíamos retirarnos de Afganistán, y está en su derecho de defenderlo, pero quien dirige el Partido Republicano no debería ser uno de ellos».

Lo que más temen los patriotas es que, tras nueve años de guerra sin final a la vista, Afganistán se haya convertido en Vietnamistán, donde la falta de apoyo público fue la receta definitiva para la humillante derrota que traumatizó a una generación. El general David Petraeus, que asumió el domingo su cargo como comandante en el país centroasiático, ha salido al paso con un discurso tajante: «Estamos en esto para ganar».