La sombra japonesa de Capdevila
Actualizado: GuardarDe todos es conocido que los periodistas formamos una fauna de lo más variopinta. Entre los enviados especiales que seguimos a la selección española hay un poco de todo, pero quizá el personaje más peculiar sea Toru Nakajima, un 'freelance' japonés que trabaja para la compañía de móviles Ole! Nippon y para las revistas Soccer Magazine y World Soccer Digest. Natural de Saitama, Toru tiene 30 años y lleva seis radicado en Alcalá de Henares, a donde llegó para aprender castellano y especializarse en la Liga española. Es un hombre educado y simpático que nunca deja de sonreir y se hace querer. Como compañero de expedición resulta impagable. Todo le parece bien. O al menos relativo. Si los viajes se eternizan, si el chofer del autobús se confunde de ruta o en el restaurante del hotel, colapsado por la afluencia de periodistas hambrientos a las once de la noche, tardan una hora y media en servir el primer el plato, él nunca pierde la calma. Así es la vida, parece pensar. Entre tanto impaciente levantisco, la verdad es que da gusto encontrarse con un hombre tan templado.
En el Mundial, Nakajima escribe crónicas de partidos y gacetillas de rueda de prensa, pero su misión principal es ser la sombra de Joan Capdevila. Le graba en vídeo antes y después de los partidos y sus imágenes son enviadas a millones de móviles en Japón. Toru conoció a Capdevila hace cinco años, cuando el jugador catalán estaba en el Deportivo. Y se hicieron amiguetes. Antes del Mundial, le propuso hacer una especie de serie por entregas de su experiencia en Sudáfrica. El lateral accedió y ahora se le puede ver camino del gimnasio o del hotel de concentración con Nakajima a su lado, enfocándole con su Canon Legria FH S20. Capdevila, dice su sombra nipona, es un tipo muy majo que, como futbolista, tiene las dos cualidades que más se aprecian en su país: es listo en el campo y juega para el equipo.
El cronista siempre ha pensado que Nakajima se lo está pasando de miedo y él se lo confirma. Desde el primer día, comprendió que aquello iba a ser muy divertido. Muy español, podría decirse. Aquellas ocho horas de viaje hasta Potchefstroom, metidos en todas las colas posibles, chocando al pasar por debajo de un puente en el centro de Johannesburgo y con el pasaje oscilando entre los gritos de indignación, las bromas de todos los calibres y las rumbas de 'Los Chunguitos' le marcaron para siempre. Si ha tenido algún momento de flaqueza, de soledad o de melancolía durante las casi cuatro semanas que lleva en Sudáfrica lo ha disimulado con contención sintoista. Nadie se enteró de que estuvo con gastroenteritis, por ejemplo.
A Toru Nakajima le apenó mucho la marcha de su amigo Manolo el del Bombo, al que vio en un estado febril y doliente, atacado por los virus y las vuvuzelas, que le impresionó. Le llama por teléfono todos los días para ver qué tal le va y para agradecerle la pulsera rojigualda que le regaló tras la derrota ante Suiza. Dice que está siendo un talismán. Ayer, el número 12 de 'La Roja', muy popular en Japón, le dijo a su amigo que estaba mejor y dispuesto a viajar a Sudáfrica para la final.
Los mayores enemigos de Toru son el frío y el aire acondicionado de los autobuses, de los que se protege con gorras de lana, una bufanda de la selección española y un anorak de escalador de ochomiles. En la expedición, Toru ya es uno más y vive las victorias de 'La Roja' como suyas. Se podría decir que ha sido adoptado por los enviados especiales y que se ha ganado la simpatía de todos. Antes de cada partido, en el trayecto desde el hotel al estadio, es reclamado para que complete una rima gruesa, de esas que se esperan de los asientos traseros del autobús. «Si ganamos...», se escucha. «Folla...», repite Toru, a carcajadas, y luego, un poco avergonzado, se pone a mirar por la ventana.