España y el ser ganador
POTCHEFSTROOM.Actualizado:España se convirtió en una selección ganadora en la pasada Eurocopa. Aquel torneo coronó a una gran generación de futbolistas que sigue haciendo historia en el Mundial de Sudáfrica. Ya está en semifinales y el miércoles le espera en Durban uno de esos partidos de los que, sin duda, se hablará durante años. El éxito de 'La Roja', sin embargo, no acaba de convencer del todo a los aficionados. Éstos se alegran y celebran por todo lo alto las victorias, por supuesto, pero no dejan de mostrar sus dudas y recelos por el juego del equipo de Vicente del Bosque, que no acaba de ser lo redondo y deslumbrante que ha sido tantas veces en los dos últimos años. Por ese camino no se va a a ningún sitio, piensan muchos. Y menos a ganar a Alemania, cuyo poderío está siendo insultante. Ahí es nada pasar por encima de Inglaterra y hacer picadillo a la Argentina de Maradona, desinchada de golpe cuando se enfrentó a su primer rival de envergadura.
Descontando quizá a Brasil, que es un planeta aparte, ningún otro de los grandes países del fútbol pondría bajo sospecha a su selección si ésta hubiera ofrecido los resultados y el rendimiento de la española. En Italia, por ejemplo, estarían lanzando cohetes por las calles; en Alemania se sentirían orgullosos y convencidos de la fiabilidad de su tropa; en Inglaterra no quedaría cerveza en los pubs pensando en el título; en Francia reventarían de 'grandeur' y Sarkozy ya estaría preparando las maletas para viajar a Sudáfrica; y en Argentina ya harían cola en el Obelisco para recibir a sus campeones. España es diferente. Todo indica que los jugadores de la selección, cuyo espíritu competitivo fue resaltado ayer por Vicente del Bosque, van por delante de sus aficionados en fe, en convencimiento. Ellos se sienten ganadores y a éstos, en cambio, todavía les cuesta hacerlo de corazón. Son los rescoldos del viejo fatalismo español, de tantos años acumulando fantasmas en el armario.
Victorias por decreto
Llegados a este punto, los recelosos deberían reparar en un par de aspectos evidentes. El primero es que, si algo distingue a las grandes selecciones campeonas de todas las demás, es que ellas ganan incluso cuando no rinden a su verdadero nivel. A veces lo hacen por decreto. O por galones. O por la ley de la gravedad. España está viviendo esta situación en Sudáfrica por primera vez en su historia. Hace sólo tres años, se hubiera ido para casa. La derrota ante Suiza hubiese sido mortal. O le hubiese pasado algo contra Paraguay. Ahora ya no. Ahora gana. Por otro lado, la historia de los Mundiales deja bien claro que nunca triunfan las selecciones que deslumbran desde el debut. Al final caen y quedan las que van creciendo, a trancas y barrancas, a medida que transcurre el torneo. España, por ejemplo.