TIEMPOS REVUELTOSUN POQUITO DE POR FAVOR
La Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados
Actualizado:Los comerciantes de la calle Honda aseguran que desde que el tráfico quedó interrumpido en esta vía han echado el cerrojo una quincena de negocios. Me parece una barbaridad aunque sean, incluso, algunos menos; y, en todo caso, me cuesta creer que el hecho de impedir que coches y motos pasaran por esta estrecha calle del centro de Jerez sea el principal motivo de esa cascada de cierres. Puede ser uno de ellos, de acuerdo, pero dudo que sea el más determinante o importante. Si así fuese, ahora que se ha abierto de nuevo Honda a la circulación rodada, deberían florecer nuevamente esas tiendas, bares y zapaterías que antaño poblaron el lugar. Y también dudo mucho que esto ocurra.
En lo que los comerciantes del centro de Jerez sí tienen una razón aplastante es en que necesitan medidas de apoyo, un poquito de cariño para luchar contra la crisis y contra la desgana galopante de buena parte de la ciudadanía a la hora de acercarse a la zona más antigua de Jerez para ir de compras o cenar con los amigos. En cuanto a esto último, es cierto que en el centro hay ocasiones en las que, salvando las excepciones, cuesta encontrar, incluso los fines de semana, un lugar donde darse un homenaje. Teniendo en cuenta este desolador escenario para los negocios del casco histórico -pasar por determinadas calles del centro después de las diez de la noche te hace dudar de si ya ha llegado el Apocalipsis- sorprenden sobremanera capítulos como el que tuve la ocasión de presenciar hace unos quince días.
Un grupo de amigos tuvimos la feliz idea de salir a tomar algo a un bar ubicado en pleno centro de Jerez, cerca de la catedral, un local relativamente nuevo que se ha ganado poco a poco la clientela con sus tapas originales y sus precios competitivos. Éramos unas doce personas, con carrito de niño incluido, y pedimos sentarnos fuera, ya que en el interior del recinto el calor era importante. Cenamos perfectamente, el niño estuvo dormido todo el tiempo -con lo que dudo que hiciésemos mucho ruido-, y en la hora y media que estuvimos en la terraza pasaron, literalmente, tres personas andando por la calle. Tres. Ni una más. Éramos, ademas, los únicos clientes del bar, así que le salvamos una noche del sábado que, de lo contrario, habría sido catastrófica en lo que a la caja se refiere. Todo iba bien hasta que a las doce y diez minutos aparecieron dos señores jóvenes con atuendo similar al que se puede ver entre los participantes en el botellón de cualquier ciudad española, y entraron en el establecimiento. Eran policías locales y venían a multar a los dueños del local por haber puesto mesas en la terraza para darnos de cenar. La cuantía de la sanción, según me dijeron los dolientes, puede oscilar entre 3.000 y 20.000 euros, y el problema es que este negocio tenía solicitada desde hace tiempo una licencia para terraza, pero aún no había sido tramitada por el Ayuntamiento de Jerez. No hubo jaleo, ni escándalo, ni ruido a altas horas de la madrugada. No hubo destrozos en la vía pública, ni peleas, ni quejas vecinales, al menos aparentemente. Sólo había un grupo de personas cenando y un negocio del centro intentando ganarse la vida. Evidentemente, las normas están para cumplirlas, pero si el propio Ayuntamiento se convierte en obstáculo para ello y después pasa a ser verdugo del que intenta ganarse la vida y dar un poco de ídem al centro de Jerez, que a este paso será dentro de poco un auténtico páramo.