ESPAÑA

EL LABERINTO CATALÁN

La mezcla de casos de corrupción con el fallo del Constitucional amenaza con propiciar una abstención histórica en las autonómicasLa sentencia del 'Estatut' envenena las relaciones entre los partidos en Cataluña y abre más fisuras entre la Generalitat y el Gobierno de Zapatero

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Acuatro o cinco meses de que los catalanes sean llamados a las urnas, los 'tsunamis' políticos se suceden y los titulares de los diarios a toda página han dejado de ser extraordinarios. Y es que entre los casos de corrupción y la sentencia sobre el 'Estatut', los catalanes se han acostumbrado a vivir en una montaña rusa informativa. Un sube y baja de sobresaltos que puede traducirse en que más de la mitad del censo se quede en casa el día de las elecciones.

Al margen de sus consecuencias abstencionistas, la última gran tormenta que sacude Cataluña, y que coleará al menos hasta noviembre, ha provocado un sinfín de sentimientos: indiferencia, sensación de humillación y agresión, también la indignación o el puro y duro cabreo. La sentencia del Constitucional anula preceptos de 14 artículos y fija la interpretación de otros 27, pero lo que más ha molestado en Cataluña ha sido el choque de legitimidades porque el tribunal ha recortado una ley aprobada en referéndum por los ciudadanos.

«Cuando se trata de una ley aprobada en referéndum existe la sensación de que el Constitucional ha sido poco deferente», afirma Enach Albertí, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona. El fallo ha dolido además porque ha tocado «aspectos de un alto valor simbólico, muy sensibles, como son la lengua o la nación», según Albertí. «Se ha tomado como la imposición de una visión de España y de la unidad que no se corresponde con la que tenía el 'Estatut'», añade.

Así, las ocho referencias que hace la corte en su sentencia a la indisoluble unidad de España han sonado más propias de otros tiempos. «Con una vez bastaba porque la indisolubilidad es obvia», dice Albertí. «Y además en el Estatuto no había nada que dijera lo contrario. Esa interpretación preventiva ha dolido», mantiene. Según el profesor, hay desconfianza hacia Cataluña y hacia el autogobierno de Cataluña. «Se piensa que esto es el primer paso hacia no sé qué, hacia la independencia. Nada de eso», afirma. «Decían que España se rompe y ¿qué se ha roto? Que yo sepa, nada», señala.

Lejos de cerrar heridas, la sentencia ha enredado incógnitas que no acaban de solventarse. «El problema del encaje va a seguir más vivo que antes», afirma Albertí. El 'Estatut' «se hizo con voluntad de dar solución a este problema, no definitivo, pero sí dar un paso en esta dirección de pacificar esta cuestión y establecer un modelo aceptado por la mayoría en ambas partes. Y lo que se ha revelado con este caso, no sólo con la sentencia, también con el proceso que ha llevado al fallo, es que aún hay grandes tensiones y que el intento de pacificar el problema no ha sido así», concluye.

Salvador Cardús i Ros, decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma, entiende que «no hay encaje posible si Cataluña esperaba un reconocimiento más alto que el actual». «Zapatero ha indicado que la sentencia marca el límite del autonomismo. E incluso los unionistas moderados esperaban mucho más. El que quiera horizontes más lejanos deberá buscarlos fuera de España», señala.

Pero ¿por qué ha caído tan mal la sentencia en Cataluña si fuera de ella ha sido más o menos aceptada por PP y PSOE? Albertí entiende que se ha visto como una «agresión, un ataque, una descalificación del pacto al que se llegó entre las Cortes y el Parlamento de Cataluña». «La concepción de la Constitución que resulta de esta sentencia es más estrecha y rígida que lo que se pretendía desde Cataluña», afirma. «El Constitucional ha puesto especial empeño en excluir cualquier concepción plurinacional de la España autonómica. Y ello, a pesar de tener escasas consecuencias prácticas directas, puede ser una de las cuestiones que mayor polémica política originen», dice.

Cardús cree que, «sin duda, las relaciones España-Cataluña se verán perjudicadas a partir del fallo». «El PSC quedará muy afectado, y CiU tendrá dificultades para mantener sus ambigüedades», apunta. «Además, añade, habrá que ver qué progresos organizativos hace a partir de ahora el independentismo».

Nueves frentes

Por tanto, tras la sentencia, aparecen nuevos frentes en la política catalana y en la española. Se abre «un periodo de desconfianza mayor entre Cataluña y España», dice Cardús. En las filas socialistas, Montilla y Zapatero se necesitan. Zapatero, que llevaba seis años rehén de su famosa promesa de que apoyaría el Estatuto que saliera del Parlament, ha dado el caso por cerrado y ha puesto fin a la descentralización. «Objetivo conseguido», dijo el presidente del Gobierno. Zapatero, afirma el profesor de la Autónoma, apostó por el 'Estatut' por tacticismo, para tratar de aislar al PP y romper sus alianzas. Pero el largo proceso le ha atrapado. El 'Estatut' que le dio la mayoría en Cataluña, que le aupó a la Moncloa, ahora se ha convertido en decepción y una sangría de votos.

Esta es la causa por la que el Partit dels Socialistes de Catalunya ha intentado en todo momento evitar las proclamas de trazo grueso que alimenten su desencuentro con el Gobierno central y el PSOE. Cardús cree que el intento de rehacer puentes entre ambos gobiernos los acaba de dinamitar Zapatero con su aplauso a la sentencia.

En el PSC, a pesar del enfado, gana terreno la sensación de que el recorte del Constitucional podría haber sido peor y que el fallo, si bien es inaceptable, no obligará a quemar las naves con sus 'hermanos' de Madrid. Según Cardús, Montilla tiene poco margen de maniobra para articular una respuesta a la sentencia. Y de frente catalán en las Cortes, ni hablar, porque la unidad en vísperas de las elecciones es imposible. Un ejemplo: este jueves, en la televisión autonómica catalana se celebró un debate sobre la sentencia con los seis partidos presentes en el Parlament y fue lo más parecido que se recuerda a una tertulia del corazón. Cada uno iba a lo suyo y el peso electoral pesaba más que las llamadas a la unidad.

En el caso de CiU, las encuestas tienen encorsetada a la federación. Los sondeos sitúan a los nacionalistas cerca de la mayoría absoluta, mas temen que la sentencia tense la campaña y obligue a modificar el discurso moderado que han mantenido hasta ahora. Su alma más soberanista permanecía oculta, y así esperaban que siguiera porque las aritméticas podrían obligar a CiU a pactar con el PP para formar un gobierno que sustituya al tripartito.

En esta misma tesitura se encontraban los populares, que también se ven favorecidon por las encuestas. Pero como le ocurrió a José María Aznar en la legislatura de 1996 a 2000, Rajoy necesitaría el apoyo de los nacionalistas. Eso explica el perfil bajo que ha dado el líder de la oposición a sus valoraciones de la sentencia.

Mariano Rajoy lleva meses trabajándose el mercado electoral catalán, con visitas continuas para romper el aislacionismo en el que quedó el PP tras el pacto del Tinell en 2003. Desde el año 2008, la consigna es, y lo es también desde que el Constitucional emitió su fallo, pasar página en las relaciones con Convergència i Unió, a pesar de algunos exabruptos que surgen de cuando en cuando desde su partido.

La siguiente derivada del 'Estatut' afecta a los partidos soberanistas. «El federalismo, casi muerto, está en crisis, sólo nos queda la independencia», se escucha estos días en muchos foros de Cataluña. Las encuestas aún no lo reflejan si bien los expertos de opinión coinciden en que la sentencia será una «fábrica de independentistas». Eso no quiere decir que Esquerra Republicana se lleve el gato al agua, sino que otras opciones que apoyan una Cataluña independiente ganan adeptos.

Pero lo más preocupante es un escenario en el que los casos de corrupción se mezclen con la sentencia del 'Estatut', una mezcla que puede incrementar el ya alto rechazo ciudadano hacia los políticos. Según los pronósticos del CEO, el CIS catalán, peligra la barrera del 50% de participación, cuando hace cuatro años se alcanzó el 56%.

De momento, el 10 de julio miles de catalanes recorrerán a buen seguro Barcelona en una manifestación contra la sentencia. Habrá que ver quién gana: la playa, las ganas de protesta o el Mundial.