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ORSAY

EN DEUDA CON LA NARANJA

EUGENIO CAMACHO
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Aturdido aún tras confirmarse la gran sorpresa del Mundial de Sudáfrica con la eliminación de la pentacampeona Brasil a manos de una Holanda que no ha brillado con luz propia, me dispongo a darle forma a un artículo que quiere ser un homenaje a la inolvidable «Naranja mecánica».

Es verdad que este equipo holandés está a años luz del que, de la mano de los Johan Cruyff, Neeskens, Rep y Resenbrik, maravilló a todos, pero no es menos cierto que el mundo del fútbol tiene una deuda pendiente con los tulipanes que dura ya más de tres décadas.

Deseo con toda mi alma que, por encima de todo, España consiga su primer título mundial. Para ello hoy deberá dar otro paso al frente ante Paraguay. Creo que se lo merece por su apuesta por el buen juego y por querer agradar a todos los aficionados del mundo. Pero, si no pudiera ser, mi corazón estaría del lado de Holanda.

Porque el fútbol total de la Holanda que llegó a disputar dos finales consecutivas en Alemania 74 y Argentina 78 mereció algo más que ser mero «sparring» de los anfitriones y, a la postre, campeones.

Porque, aún lejos de su mejor momento, su victoria sería un homenaje al buen fútbol del que todavía hoy seguimos disfrutando gracias a sus legítimos herederos (véase el actual Barcelona o la propia selección española). Y, sobre todo, porque estoy cansado de ver salir victoriosos a los que optan por un fútbol donde las defensas se imponen a las delanteras, el oficio al ingenio, la marrullería al talento y la intimidación al espectáculo.

En medio de una crisis generalizada que amenaza con cambiar el mundo, que triunfase la apuesta por la racanería en un deporte que mueve pasiones y que escapa de toda lógica sería empeorar demasiado las cosas. El futuro dirá en unos días.