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Schweinsteiger calienta el duelo

En la escena, el seleccionador se mete el dedo en la nariz, saca un moco, lo cambia de mano y se lo mete en la boca Un vídeo mancilla la imagen elegante y apuesta de Joachim Löw en el banquillo de Alemania

CIUDAD DEL CABO. Actualizado: Guardar
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Viste camisa blanca sin corbata o camiseta de cuello redondo bajo una chaqueta con una bufanda anudada con calculado descuido. Dueño de una tienda de ropa en Friburgo, es el técnico más elegante en los banquillos del Mundial sudafricano con una negra mirada en la que se vislumbra el pesar de no poder paladear un tinto francés o fumar un cigarrillo, anque sea a escondidas. Pero la imagen de Joachim Löw como dandi moderno, apuesto y seductor, personificador de la 'Cool Germany' nacida hace cuatro años en su Campeonato del Mundo, ha quedado maltrecha por un golpe de efecto que hace las delicias de los internautas.

La demoledora escena para el seleccionador con pinta de 'play-boy' vividor fue captada el domingo por las cámaras de televisión durante la victoria sobre Inglaterra por 4-1 y ya ha sido descargada millones de veces en las páginas especializadas. En un momento dado, Löw se mete el dedo en la nariz, saca un moco, se lo cambia de mano y lo mete en la boca. «Pressing nasal, recuperación de la bolita, pase a la izquierda y gol», ironizaba un 'blog' inglés en un guiño a las virtudes tácticas de las que está adornado el seleccionador de la 'Mannschaft'.

El vídeo es el peaje del éxito pagado por el co-artífice de la fascinante metamorfosis iniciada en los tricampeones por Jürgen Klinsmann. Ambos formaron un complementario tándem que revolucionó en 2006 el estilo de juego demasiado estático, académico y defensivo de Alemania.

Löw era la inteligencia táctica del dúo que entre bastidores ponía patas arriba la cultura de balones cuadrados. Cuando el patrón cedió a la tentación hedonista de regresar a California, el segundo asumió el mando en plaza para culminar la puesta en marcha de la nueva filosofía alemana del fútbol ofensivo.

Defensor de una estrategia «activa y no reactiva», el hereje de la cultura de la victoria a todo precio, la tradicional especialidad nacional, insiste una y otra vez en el 'índice de retención del balón'. Este concepto se refiere al tiempo que transcurre entre el momento en que un jugador recibe el esférico y el instante en el que lo suelta. Los cálculos efectuados por su factoría de expertos demuestran que ese lapso se ha visto notablemente reducido en el funcionamiento de la Mannschaft, de manera que la velocidad de su juego ha aumentado.

Popular estratega

Löw no habla sólo de cuestiones físicas y tácticas a los jugadores. También les sermonea sobre el liderazgo en el terreno, la psicología de grupo, la profilaxis de las lesiones y la alimentación ideal. De hecho, le llaman Jogi (se pronuncia 'yogui') que no sólo es el diminutivo de Joaquín en alemán. El apodo también alude a su gusto por el yoga y los juegos.

El popular estratega tiene merecida reputación de rigor en los análisis y de meticulosidad a la hora de preparar los partidos. Fiel a la dimensión lúdica de su función, ha aproximado el clásico juego de fortaleza física, obstinación mental y despreocupación por la estética a las pautas más vistosas del fútbol latino. 'La Roja' del toque excelso, que le derrotó hace dos años en la final del Europeo en Viena, es su modelo de movimiento permanente, amor por la fluidez en la posesión, presión zonal a partir del campo adversario y aceleraciones súbitas en oleadas hasta el área contraria.

Su trabajo está avalado por las victorias, 37 en 53 partidos, y la belleza del juego exhibido por un bloque rejuvenecido, diverso y conjuntado. A los 50 años, Löw se dispone a dirigir sin duda los últimos partidos al frente de Alemania pues le llueven las ofertas de varios clubes de la Bundesliga. Al dandi seductor y mocoso no le faltan las novias.

En Sudáfrica se encuentran en pleno invierno, pero el encuentro de mañana entre Alemania y Argentina promete ser 'calentito'. Detrás de este duelo a vida o muerte, se esconde una rivalidad histórica, acrecentada en la Copa del Mundo de 2006 en otro choque de cuartos definido a penaltis en favor de los teutones. Fue un partido de alto voltaje: entradas subidas de tono, broncas e incluso una tangana a la conclusión del encuentro entre jugadores y cuerpo técnico de ambos equipos. Y por si el frío iba a bajar la tensión de la batalla, ya hay actores que se encargan de aumentarla, como Bastian Schweinsteiger, que acusó a sus rivales de ser «unos provocadores». Y cómo no, Maradona le ha respondido: «¿Qué pasa, Schweinsteiger? ¿Estás nervioso?».

Todo empezó con unas declaraciones del futbolista del Bayern, superviviente de aquel duelo disputado en el Estadio Olímpico de Berlín, en su cuartel general de Pretoria: «Sabemos cómo son los argentinos, su comportamiento, cómo hacen teatro. Tenemos que mantener la calma y no entrar a sus provocaciones. Espero que el árbitro esté bien alerta. No tienen ningún respeto, ya lo vimos en el descanso del partido contra México», censuró el centrocampista, que incluso atacó a los seguidores sudamericanos. «Ocupan los asientos de otros y se niegan a abandonarlos».

En principio, los argentinos pasaron del tema. Pero su seleccionador, fiel a su estilo, reaccionó en un canal de televisión, a expensas de lo que diga hoy en su primera rueda de prensa oficial lejos de Pretoria, un lugar talismán. «No tenemos tiempo de pensar en Schweinsteiger. Los muchachos sólo piensan en salir a la cancha y tener la revancha de 2006. Así que no me preocupa lo que diga de las patadas, de que no sabemos perder... ¿Qué te pasa, Schweinsteiger?, ¿Estás nervioso?», soltó Maradona, que seguro estará tramando también una respuesta para Lothar Mathaüs, puesto que el ex capitán alemán acaba de censurar sus métodos. «No tiene ningún sistema, no tiene un concepto. Sólo confía en la calidad individual».