SOBERANÍA INDIVISIBLE
CATEDRÁTICO DE DERECHO POLÍTICOActualizado:El Tribunal Constitucional aprobó finalmente ayer la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña. Por lo hasta ahora sabido y a falta de conocer el texto íntegro, todo apunta a que la aprobación final de seis votos frente a cuatro dará lugar a dos posturas diferentes. Por un lado, la sentencia tiene aspectos benévolos en relación con el texto que en su día aprobó el Parlamento de Cataluña. Por fin ha habido acuerdo, aunque lo ideal hubiera sido un resultado más cercano a la unanimidad. Pero no ha sido así y se ha tenido que votar por bloques. Por otra parte, es de temer la forma de reaccionar de las instituciones catalanas que, de muy diferentes y hasta poco aceptables formas, se habían enfrascado en una dura posición basada en que el Tribunal Constitucional no debía modificar ni una coma de lo aprobado por su propio Parlamento. Como si la soberanía pudiera dividirse, frente al sentido científico del término. Aquí debería pensarse muy seriamente sobre cualquier actitud que suponga desobediencia y, por ende, deslegitimación de un Tribunal que, con la Constitución en la mano, puede y debe fallar sobre cuanto afecte al terreno constitucional y hasta su último momento.
La batalla parece haberse centrado, como se perfiló desde el principio, en considerar a Cataluña como nación, aunque ello figurase en el preámbulo. A mi entender eso choca con el artículo segundo de nuestra Constitución («indisoluble unidad de la nación española»: palabras que no admiten matices de ningún tipo). También hay que señalar que lo hecho sobre una larga serie de artículos no aceptados por el tribunal, es vincular esa afirmación, al igual que la de los símbolos a la expresión «nacionalidad», que es la válida desde la Constitución. Pero, ¿dará quietud esta vinculación a quienes nunca han cesado en el empeño de ser nación? En lo demás, habrá que esperar. Con sosiego, por supuesto.