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SON MUCHOS MÁS

MANUEL ALCÁNTARA
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No debemos contar a quienes viven por nuestra cuenta. Siempre nos quedaremos cortos. La verdad es que la política paga mal tanto a las personas decentes como a los embaucadores, pero no es menos cierto que es la única forma que han encontrado algunos para no figurar en las listas del desempleo. Gracias a los consejeros y a los liberados sindicales no superan en algunas autonomías el número de los que figuran en la guía telefónica. Hay más consejeros que orejas dispuestas escuchar y más gente que no cobra por los servicios que presta, sino por los que ha dejado de prestar. Miles y miles de liberados entre los que sin duda los que dan golpe abundan menos que los que golpean a la economía nacional, que está al borde del KO. No sé si será posible prescindir de algunas legiones de liberados pero sé que ya no caben en la batalla sindical, pródiga en treguas y aplazamientos trimestrales. Me consta que hay obreros que, a pesar de no ser creyentes, rezan pidiéndole al Sumo Hacedor que les libere de los liberados. Ya Bertrand Russell se quejaba del exceso de intermediarios y decía que el trabajo estaba dividido entre los que alteran esforzadamente las cosas sobre la superficie del planeta y los vividores que discutían cuál es la mejor forma de hacerlo. Esta segunda ocupación ofrece la ventaja de que se suda menos y se bebe en las reuniones agua mineral.

Hay que evitar un choque frontal con los sindicatos, sobre todo ahora, cuando nos hemos dado cuenta de que nuestro tren de vida circulaba a velocidad excesiva, pero sobran gerentes en esta empresa venida tan a menos que amenazan con quedarse en nada. La tela de muchas legítimas pancartas se ha convertido en una enorme mantelería, pero parece que hay más comensales que cubiertos. Y todos tienen muy buen apetito.