El Congreso salda una deuda con las víctimas del terrorismo
Bono clama contra la «permisividad» y los políticos «tibios» en un pleno extraordinario presidido por el Rey
MADRID.Actualizado:Ni más ni menos que 1.382 personas han muerto a manos de terroristas en España desde el 27 de junio de 1960, la fecha en que ETA sesgó su primera vida. Ha llovido mucho desde entonces. Las víctimas han ido ocupando, más lentamente de lo que habría sido deseable, un lugar destacado en el discurso político, pero el Congreso de los Diputados aún tenía una tarea por hacer. Ayer, la Cámara Baja celebró un pleno extraordinario presidido por el Rey para rendir tributo a quienes han sufrido más de cerca el desgarro provocado por la violencia etarra, islamista, de los Grapo o de otros grupos.
«Al honrarlas con la debida solemnidad -afirmó Don Juan Carlos- no sólo cumplimos con la deuda de inmensa gratitud que tenemos contraída con ellas, sino que enaltecemos los mejores valores de nuestra sociedad; son un referente cívico, un símbolo de la firmeza de nuestro compromiso con la democracia y la libertad».
No es que el acto fuera grandilocuente. Se optó más bien por la brevedad y la sobriedad. En su conjunto apenas duró media hora. Pero el hecho de que el Palacio de la Carrera de San Jerónimo abriera en domingo las puertas de un hemiciclo no siempre muy concurrido es ya un gesto digno de mención. Hacía más de setenta años que no se celebraba un pleno en festivo.
La norma se rompió porque el Congreso acordó del pasado 11 de marzo institucionalizar esta fecha, la del asesinato de la niña de 22 meses Begoña Urroz, como Día de las Víctimas del Terrorismo.
La conmemoración llega, además, justo después de que todos los grupos se pusieran de acuerdo esta semana -algo inusual dado el clima político español- para aprobar por fin la ley de víctimas, que abre la puerta a que los familiares de los fallecidos puedan ser indemnizadas con hasta 500.000 euros sin que medie sentencia.
«La unidad de todas las fuerzas democráticas frente a la barbarie terrorista es una de las demandas más unánimes de la sociedad española, una obligación de todos los demócratas y un deber frente a las víctimas y sus familias -remarcó en su intervención el monarca-. Nos debemos a las víctimas aunque nada ni nadie pueda reparar la terrible pérdida de sus vidas, ni sus profundas heridas y cicatrices».
Antes, había hablado el presidente del Congreso, José Bono, con un discurso muy político cargado de mensajes y referencias veladas al momento. Ahora que desde diversos ámbitos se alimentan expectativas de un cese de actividad por parte de ETA y que Eusko Alkartasuna, antiguo socio del PNV, ha decidido unirse Batasuna en pro de un «Estado vasco», el dirigente socialista hizo una advertencia. «Cuando el crimen y la maldad se unen contra la decencia, los políticos -todos, sin excepción ideológica alguna- no podemos permitirnos ni el más mínimo resquicio de duda. En materia de lucha antiterrorista, señorías, todos a una: ni un regate de más, ni un paso de menos», exigió.
Cómplices
Contundente, quizá más de lo que muchos esperaban, insistió en pedir un «castigo» para aquellos que bordean la comprensión hacia quienes empuñan las armas por una causa, cualquiera que sea. «No hay terrorista bueno -dijo- pero tampoco hay pueblo digno que sea capaz de convivir, acoger o incluir entre ellos a esa maldita especie, ni a sus cómplices ni a sus encubridores». En pleno debate sobre una hipotética legalización de Batasuna, además, se lanzó a una condena que de haber sido pronunciada en la pasada legislatura, habría servido sin duda para alimentar el ya de por sí elevado nivel de confrontación que vivieron PP y PSOE. Pero ese tiempo ha quedado atrás. «El silencio, la distracción o cualquier indicio de permisividad hacia los entornos del terror es absolutamente imperdonable. En la lucha antiterrorista -incidió- no caben los tibios».
Meros espectadores
Desde el palco de invitados, observaban los representantes de una veintena de asociaciones y colectivos de víctimas, entre ellas, la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua; la de la Asociación del mismo nombre, Ángeles Pedraza, o la presidenta de la asociación 11-M Afectados de Terrorismo, Pilar Manjón. Ninguna de ellas subió, sin embargo, a la tribuna de oradores. Según explicó Bono tras el acto, se barajó la posibilidad de que la misión recayera en Pagazaurtundúa, pera ésta desestimó el ofrecimiento por no asumir un protagonismo excesivo.
Era el día de la unidad, para todos. Y el del recuerdo sobrio. «Por más tiempo que pase -prometió el presidente de la Cámara Baja- no nos consentiremos la indiferencia. Las memoria nos protege del que sería un segundo crimen, el del olvido».
También fue un día de agradecimientos. Tanto Don Juan Carlos como Bono alabaron el «coraje» mostrado por las víctimas y sus familias durante estos años. «Gratitud inmensa -remarcó la tercera autoridad del Estado- por no invocar la ley del talión, por vuestra entereza y por desterrar el odio como moneda de cambio».
Tras un minuto de silencio, la sesión se dio por concluida con una música triste y emotiva, la del Larguetto de la Serentata para cuerdas de Antonin Dvorak, interpretado por la Orquesta Sinfónica Chamartín. Fue el único momento en el que algunos de los presentes, de forma discreta, permitieron dejar caer una lágrima.