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Decisivo. El coche de seguridad lidera el pelotón de los pilotos tras el accidente protagonizado por Mark Webber. :: AP
fórmula uno

El árbitro enerva a Alonso

El coche de seguridad decide la carrera al entrar entre Hamilton y el asturiano. El piloto de Ferrari, que iba tercero, pasó al octavo puesto mientras el británico mantuvo la segunda plaza pese a cumplir una sanción

JOSÉ CARLOS J. CARABIAS
VALENCIA.Actualizado:

Por una vez, el rótulo de la portada no pertenece a las estrellas del volante, sino a un integrante desconocido de la Fórmula 1 para el gran público. Bernd Maylander, el conductor del coche de seguridad. Él decidió las primeras plazas del Gran Premio de Valencia en un errónea interpretación de la norma, siempre tan voluble en la Fórmula 1. Salió cuando no debía. Tarde. Ni lo hizo al final del pelotón ni tampoco delante del primero, como corresponde a su labor de ralentización del grupo. Se incrustó entre Hamilton (segundo) y Alonso (tercero) después del accidente de Webber, con lo que fracturó el paquete de coches en dos.

A partir de ahí, la carrera fue otra y sometida a la investigación de sus jefes de la FIA. Ganó Vettel, Hamilton fue segundo y Alonso, octavo. El árbitro enervó esta vez al asturiano. Entendió que la sanción a Hamilton (un paso por el 'pit' por adelantar al coche de seguridad) le favoreció por la tardanza en sancionarle.

Una carrera que apuntaba buenos augurios para Alonso se quebró por la inesperada aparición del coche de seguridad. Fue como la irrupción de un espontáneo que desnivela un partido de fútbol. El gol que recibió Reina con el Liverpool después de que el balón cambiase de dirección por un globo gigantesco que cayó al campo.

Según la normativa de la FIA, siempre sujeta al libre albedrío, el coche de seguridad puede entrar cuando lo decrete el director de carrera. La lógica dice que debe hacerlo o delante del primero o detrás del último, para no interferir. El propio Maylander lo confesó ayer por la tarde. «Debo intentar que así sea», reconoció.

Frenado

Todo comenzó en la vuelta nueve con el accidente mayúsculo de Mark Webber, que se comió a Kovalainen y voló por encima del Lotus como hacía tiempo no se veía en la Fórmula 1. Turno para el coche de seguridad, que ingresó en la pista. Pasó Vettel por la línea de meta y el Mercedes de Maylander corría por el carril de aceleración a la salida del 'pit'. Hamilton apretó el paso y se puso a la par con el coche de seguridad. Lo rebasó cuando éste abandonaba la línea.

Y detrás llegó Alonso, que ya se encontró con el freno. Sucedió que nueve coches habían entrado en el garaje para cambiar ruedas antes que el piloto asturiano, y cuando éste realizó su parada a la vuelta siguiente, le habían adelantado casi todos. Total, en la operación Alonso bajó de la tercera a la décima posición.

La carrera quedó marcada por ese despropósito y todo lo que hubo a continuación fueron apelaciones y labores bajo cuerda. Ferrari reclamó maniobra ilegal de Hamilton y a éste le sancionaron con un paso por los garajes que no le impidió perder su plaza. Según Alonso, los jueces beneficiaron al inglés al retrasar deliberadamente el castigo al que se le había condenado. «Es como tirar un penalti con 1-0 o con 3-0. La cosa cambia», decían en Ferrari.

Con Vettel lanzado hacia la victoria, sin oposición, Alonso trasegó entre la novena y la décima posición, lejos de la cabeza, pero con la idea de que podría recuperar todo lo perdido en los despachos. La FIA decidió investigar a los nueve coches que le habían adelantado durante el proceso del coche de seguridad. Todos fueron sancionados con cinco segundos tres horas después de acabar la carrera, con lo que Fernando Alonso concluyó octavo.

En la última vuelta, Kobayashi, uno de los beneficiados por el 'safety', adelantó al asturiano en la pista, con todas las de la ley, ya que había cambiado las gomas duras por las frescas blandas.

Fue otra muesca más en el improcedente manejo de las normas en la F-1. Nunca hay reacción inmediata, sino posterior, a tenor de las circunstancias. Y nunca es igual para todos, sino a la libre interpretación. Demasiado enrevesado para que gran parte de los seguidores de este deporte no se declaren confundidos.