El cambio de mando encona el debate de Afganistán
La ratificación del general Petraeus se vislumbra como una ocasión para las críticas de los partidarios de la estrategia militar
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarLa celeridad con que Barack Obama ha atajado el episodio de insubordinación del general Stanley McChrystal por sus declaraciones a la revista 'Rolling Stone' no ha impedido que rebroten las diferencias de estrategia para ganar la guerra en Afganistán. El cambio de mando da una nueva oportunidad a los críticos para alzar la voz, especialmente durante las audiencias para confirmar en el cargo a su sucesor.
El miércoles, mientras Obama y sus ayudantes relevaban en un abrir y cerrar de ojos a McChrystal, una treintena de congresistas enviaron una carta a la portavoz Nancy Pelosi pidiéndole que pospusiera la votación de la nueva partida de fondos para la guerra que ha solicitado el inquilino de la Casa Blanca. Sobre la mesa, 33.000 millones de dólares (casi 27.000 millones de euros) cruciales para financiar la escalada de tropas que a final de verano deben llegar a 98.000.
Lo que le preocupa al legislador demócrata de Massachusetts James McGoverns, autor de la misiva, no son tanto los irreverentes comentarios del general y su círculos hacia los hombres de confianza del presidente, sino sus dudas sobre el calendario para comenzar la retirada de los efectivos militares.
«Está claro que los comentarios del general McChrystal fueron inapropiados, pero me preocupa mucho más la dirección de nuestra política en Afganistán», señaló el congresista en un comunicado. «Me preocupa la corrupción y la incompetencia del Gobierno de Karzai. Los cientos de miles de millones que nos estamos gastando para construir un Estado cuando necesitamos reconstruir una nación en casa. Y sobre todo la seguridad y el bienestar de nuestras tropas y sus familias que han sacrificado tanto», prosiguió.
Ahí fue cuando llegó la frase que tanto temía escuchar el mandatario estadounidense. «Tenemos que reexaminar profundamente nuestra política», sentenció el correligionario de Obama y destacado miembro del Comité de Presupuestos del Congreso, que fue uno de los pocos en votar en contra de la invasión de Irak.
Hacerse oír
Quienes no comparten la estrategia del presidente en Afganistán, bien porque no creen que se pueda ganar la guerra o porque no quieran poner fecha de caducidad a la escalada militar, tienen en este momento dos rehenes para hacerse oír. Por un lado, la ley de financiación que Pelosi quiere ver aprobada antes del receso vacacional del 4 de julio. Por el otro, las audiencias de confirmación del general David Petraeus, que ha decidido sacrificar la comodidad de su cargo como comandante para la región y su brillante expediente de héroe al aceptar la petición de Obama de sustituir a McChrystal en Afganistán.
Petraeus volverá el martes al Senado para repetir un episodio que considera de los más traumáticos de su vida: el interrogatorio al que le someterán los senadores en el proceso de ratificación para el puesto. Antes de hacer pública su nominación, el líder demócrata telefoneó a su ex rival de campaña, John McCain, con quien no le unen buenas relaciones, para pedirle que haga de estas audiencias un trámite rutinario y dé el visto bueno sin dilación a Petraeus por el bien de la guerra.
McCain era el senador que cuestionaba al general duramente la semana pasada sobre la polémica retirada de julio de 2011 cuando éste se desvaneció sobre la mesa. Petraeus ha achacado el embarazoso desmayo a que no había desayunado. El alto mando fue operado el año pasado de un cáncer de próstata. Son muchos los que deciden no beber ni comer antes de testificar en el Congreso para evitar la urgencia de ir al baño. El legislador republicano quiere poner toda la carne militar en Afganistán sin fecha límite, por lo que discrepa con el presidente.
Del otro lado, el vicepresidente Joe Biden, del que McChrystal y sus hombres se mofaron sin contemplaciones, ha prometido que no habrá marcha atrás en la fecha para comenzar la retirada. «En julio de 2011 vas a ver un montón de gente volver a casa, puedes apostar», declaró recientemente. Biden ni siquiera era partidario de la escalada militar en el país centroasiático, donde el consejero de Seguridad Nacional, James Jones, estima que hay menos de cien efectivos de Al-Qaida, en comparación con los más de mil en Pakistán.
El vicepresidente recomienda «desligarse estratégicamente» de Afganistán retirando las tropas y atacar a Al-Qaida selectivamente en el país vecino con aviones sin piloto. Eso es lo que le puso en contra al equipo de McChrystal, que apostaba por ganarse la amistad de los afganos con una presencia masiva de patrullas de a pie que ayuden a reconstruir la nación y eviten el uso de la fuerza para minimizar el número de víctimas inocentes.
El resultado es un gran malestar entre las tropas, que se sienten maniatadas para defenderse, un creciente resentimiento del pueblo, que ve en los estadounidenses a un invasor como el soviético, y un mayor número de bajas en el lado norteamericano. Junio es ya su mes más mortífero en suelo afgano.
«Cada vez que hay un cambio de mando hay una oportunidad para afinar la estrategia», aseguró el senador republicano Jim Inhofe, que también interrogará a Petraeus. Pero Obama ha sido claro: «Esto es un cambio de personal, no de política». Y Pelosi está decidida a contener la insurrección en el Congreso. «El presidente es el comandante en jefe, y todos le apoyamos en la decisión que tomó sobre cómo dirigir la guerra en Afganistán», atajó el pasado jueves.