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Carles Puyol encabeza el grupo de los jugadores de la selección durante un entrenamiento de España. :: REUTERS
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La liberación de España

El tiempo juega a favor del equipo de Vicente del Bosque, que ha olvidado las angustias tras su pase a octavos

JON AGIRIANO
POTCHESFSTROOM.Actualizado:

Consumado el pase a octavos, todavía con la tensión del partido ante Chile, tan lleno de enigmas que hubo que ir descifrando, Vicente del Bosque vino a reconocer que España no había podido ser ella misma durante toda la primera fase. El motivo fue la derrota ante Suiza. «Ese partido nos perturbó», admitió el seleccionador. Efectivamente, así fue. 'La Roja' ha sido, realmente, un equipo perturbado desde su tropiezo en Durban, que dibujó un escenario inesperado. El peor posible. Nada convenía menos a una selección que llegó al Mundial pidiendo a gritos un pequeño margen de tiempo y de tranquilidad para que algunas de sus figuras entraran en forma que no tener un segundo de sosiego y cargarse de ansiedad desde el primer día. Pero así es el fútbol.

Obligada a nadar a contracorriente, exigida como nunca -y no sólo ya por el entorno, como otras veces, sino por ella misma-, la selección lo ha pasado mal. Xavi Hernández fue muy claro en la zona mixta del Loftus Versfeld de Pretoria. «Ahora nos llega la presión que deseábamos, que no es la presión del sufrimiento que hemos tenido después del primer partido», comentó. Hasta en la cara de los jugadores, cuando la televisión les ha enfocado durante la larga espera previa a su salida al campo, se ha venido notando el peso de la responsabilidad, el aguijón de la inquietud, incluso un cierto agobio del que no se libraban ni los más veteranos. A Iker Casillas, por ejemplo, pocas veces se le ha visto tan tenso antes de un partido como el pasado viernes. En ningún momento ha existido, pues, la calma necesaria para hacer bien las cosas. Y mucho menos la inercia alegre del que siente que el viento sopla a su favor. Todo lo contrario. La soga ha estado en el cuello desde el debut.

Librarse de ella con la victoria ante Chile sólo puede interpretarse como una liberación. España vuelve a respirar y afronta los octavos con la moral del resistente, algo que puede ser determinante para lo que resta de Mundial. El tiempo juega a favor de este equipo, que a diferencia de otras selecciones sólo tiene margen de mejora. Hasta ahora no ha podido rendir a su nivel. No ha llegado a reconocerse de verdad en ninguno de los tres partidos. En el primero cayó bajo el peso de la ley de Murphy. En el segundo, le faltó puntería para obtener una goleada reparadora. Y en el tercero tuvo que sudar tinta para resolver un jeroglífico endemoniado. La cuestión, por supuesto, es que España empiece a reconocerse a partir de ahora. El martes ante Portugal, sin ir más lejos.

Hay razones para pensar que España ha salido reforzada de su paseo por el alambre. Sólo los grandes vencen sin rendir a pleno rendimiento. Por otro lado, todos los equipos ganan cuajo cuando superan grandes dificultades. De la misma manera, nada puede volverse más pernicioso que ganar con la gorra, como quien lava. En la mayoría de las veces, eso sólo trae autocomplacencia, que siempre es el primer paso hacia el fracaso. En este sentido, el equipo nacional se antoja ahora mucho más peligroso de lo que lo hubiera sido de haber alcanzado los octavos tocando la vuvuzela, sin rivales que le exigieran y sin infortunios a los que sobreponerse.

El tiempo también juega a favor de algunos futbolistas fundamentales para que la selección alcance el nivel de juego que podría llevarle a levantar la Copa del Mundo el próximo día 11 en el Soccer City de Johannesburgo. Ante Chile, por ejemplo, se asistió al regreso de Iniesta, declarado el mejor jugador del partido. Se trata de una noticia formidable porque, hace apenas unos días, el de Fuentealbilla emitía al exterior señales muy preocupantes. Estaba cabizbajo, rumiando sus desdichas, con la moral tocadísima. Como todos los genios, Iniesta es un hombre de sensaciones y las suyas eran de las peores. Que el viernes estuviese entonado, marcara el gol que vale la clasificación y aguantara sin problemas los noventa minutos debe suponer una inyección de confianza.

Cuestión de tiempo

Otro caso es el de Fernando Torres, al que todavía se le está esperando. Su llegada, sin embargo, ya está más cerca. Es cuestión de minutos, de ir acumulando kilómetros, de fallar ocasiones que más adelante entrarán. Y, poco a poco, los va teniendo: los minutos y las oportunidades que ya convertirá. Cuando lo haga, cuando el 'Niño' vuelva a ejercer de lo que es, uno de los mejores delanteros del mundo y un tipo de 9 como nunca ha tenido el fútbol español por su fuerza y velocidad, las opciones del equipo subirán como la espuma. No es extraño que todos los jugadores coincidan, durante sus entrevistas y ruedas de prensa, que Torres es importantísimo. David Villa, al que la titularidad de Torres desplaza a la banda izquierda -los tres goles que ha marcado, por cierto, los ha logrado jugando en esa posición- es el primero en decirlo.

En una tesitura parecida a la de Torres se encuentra Cesc Fábregas, que le sustituyó ante Chile. El capitán del Arsenal dejó algunos destellos antes de que el partido se convirtiera en un besamanos. Puede ser otro activo importante. Por ahora, se puede hablar de él como el jugador número 12, algo que no entienden en Inglaterra, donde sería capitán general. Aún así, se trata de una pieza importantísima para Del Bosque. Es el único que puede sustituir a Xavi, que aún no ha podido decir aquí estoy yo, sin que el equipo se sienta huérfano. Y es también la primera alternativa cuando el seleccionador prescinde de un delantero y apuesta por reforzar la medular. Si Xabi Alonso acaba siendo baja ante Portugal por su esguince de tobillo, todo indica que Cesc entrará en su lugar.

Nombres aparte, el verdadero margen de mejora hay que situarlo en el juego de la selección. A nadie se le escapa que España tiene capacidad sobrada para jugar mucho mejor. El fútbol de 'La Roja' surge de la naturalidad. Su armonía y sus automatismos no tienen que ver con un sesudo trabajo pizarra, como los de Chile, por ejemplo. Son fruto del puro talento y éste sólo alcanza a expresarse cuando el futbolista que lo posee juega a gusto, convencido, disfrutando, sin rigideces mentales ni agobios. Superada la primera fase, de nuevo libre, la selección ya no tiene disculpas para no volver a ser ella misma.