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NADANDO CON CHOCOS

LA TROMPETA Y LA MUJER

FRANCISCO APAOLAZA
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El infierno se parece a Johannesburgo. Si va de vacaciones, le espera una juerga de bailes, sonrisas y desenfreno en ese continente en el que no existe la noción de pecado. Otra cosa es ser inmigrante allí, 25 horas al día corriendo para comer o no ser comido, león o gacela Thompson, a ratos. El averno tiene un reportaje. Resulta curioso, sin embargo, las conclusiones que saca Occidente de lo que ocurre a su alrededor. De el mundial, los desarrollados urbanitas del primer mundo han aprendido, básicamente, dos cosas que serán claves en el desarrollo futuro de su civilización. No saben si el fútbol es el deporte de los negros o el simpático hablar a chasquidos de los xhosa. Pero han aprendido a sangre y fuego que allí se toca una trompeta demoníaca y que hay una chica de ojos verdes y mirada fría que puede copar más atención que la reforma laboral.

Cádiz se merienda las tendencias, pues para ojos verdes los de María la Yerbabuena, y para instrumento, el pito de caña, que arma menos ruido pero más risa que el bocinazo africano. En el resto del mundo, se lo ha tragado como dos bolas de ensaladilla de Las Palomas un domingo después de nadar y algunos ya han comenzado a reescribir la historia. La 'star' egipcia no fue Nefertiti, sino un bollazo de tía que curraba en Giza Televisión retransmitiendo la batalla de Qadesh con los hititas y que la ponían como el perejil por encamarse con Ramsés II, portero gigante y rapidísimo de la selección del Nilo conocido por parar como nadie a la delantera hitita. Y que las murallas de Jericó las tiró un grupo de hooligans ingleses a golpe de vuvuzela de siete metros y un millón y pico de decibelios. Constructivo.