Una presidencia fallida
El resultado más palpable ha sido la desconfianza europea hacia el Gobierno
Actualizado:Ayer se debatió en las Cortes el semestre de presidencia española de la UE, a punto de concluir. Con su ya tradicional exceso de optimismo, el presidente del Gobierno se dio por satisfecho a pesar de los escasos resultados obtenidos y echó la culpa a la mala situación económica de no haber podido hacer más. Zapatero reclamó éxitos en política exterior inexistentes, en Cuba de modo especial. El momento menos brillante de su intervención fue la absurda pretensión de haber creado el gobierno económico europeo estos meses, con un salto cualitativo, como si el fabricar los peores problemas económicos y financieros de la zona euro le convirtiese en autor de las soluciones europeas. Zapatero había cometido el gran error de sobrevender este semestre y de proponerse demasiados objetivos, sin prioridades claras y sin haber tejido antes suficientes alianzas con países clave en la Unión Europea. De hecho, el resultado más palpable de este semestre es la mayor desconfianza de los europeos hacia el Gobierno español, sometido a vigilancia estricta en su indecisa gestión económica por las instituciones europeas e internacionales y por los socios comunitarios. La comparación de los resultados de este semestre, con todas sus circunstancias peculiares, con las presidencias españolas anteriores de la Unión que tuvieron lugar bajo los Gobiernos de Felipe González y José María Aznar es muy preocupante por cuanto que muestran una palpable disminución de peso de España en Europa. Esta realidad decepcionante no justifica sin embargo las acusaciones del PP, al decir nada menos que nuestro país vive «bajo protectorado» de Francia y Alemania. Es un ataque desproporcionado que no refleja la realidad europea, en la que cada Estado miembro es todavía responsable de su política económica y la democracia nacional sigue funcionando. La mayor parte de las directrices pactadas en Bruselas en los últimos meses son sobre todo invitaciones a hacer y al final del día dependemos en primer lugar de nosotros mismos. Convendría a la oposición moderar su discurso, intentar ofrecer alternativas y en cuestiones europeas mantener una muy necesaria visión de Estado.