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Des-interés nacional

Rajoy, que siempre ha presumido de fiable, se ha retratado con ese estilo suyo de hacer política

TEODORO LEÓN GROSS
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Va con el cargo de presidente salir vapuleado de la Moncloa como don Quijote de cada capítulo. Está en el guión. Desde el tahúr del Mississippi al ¡Váyase señor González!, desde el 'criminal de guerra' tras las Azores al «bobo solemne» vendepatrias. Como dijo un campeón al abandonar el ring más maquillado que el Cristo de Mel Gibson tras su viacrucis: «aquí estás para que te rompan la crisma si antes no se la rompes tú». Eso va en el cargo, y no se puede hacer carrera sin recibir golpes. Pero en política, como en boxeo, no hay barra libre. Siempre puede haber un Tyson para comerse una oreja, pero existen reglas. Y de hecho en política se dan circunstancias, dictadas por el interés nacional, en las que toca incluso arropar a los gobernantes. Ya sea por un conflicto armado, un desastre ecológico o un ataque económico. Algo de esto ha ocurrido ahora con las filtraciones falsas de Alemania a través de las plataformas influyentes del 'FT Deutschland' o 'Frankfurter Allgemeine' contra el sistema financiero español. Sin embargo el PP, en lugar de sumar fuerzas contra esa maniobra artera, ha actuado de claque y dos días después Rajoy incluso acudió a un besamanos con Angela Merkel para poner a caer de un burro. al presidente español. Su entorno incluso filtró más tarde que los líderes europeos le habían transmitido su «desprecio» por él. Rajoy, que siempre ha presumido de fiable, se ha retratado con ese estilo de hacer política sin escrúpulos.

No se puede sostener que en España no hay conciencia de nación. Ahí está el latido colectivo del fútbol. Y aun discrepando de la táctica del entrenador o del doble pivote o del nueve, nadie va a desear por eso que a España la derroten. La política, sin embargo, está dictada por la lógica del cainismo -que quizá sea el 'volkgeist' español, el verdadero espíritu popular- con la consigna recurrente de 'leña al mono'. Y tal vez Zapatero sea el menos indicado para lamentarse tras considerar la nación «un concepto discutido y discutible», pero siempre resulta desalentador comprobar que, con la excepción puntual del terrorismo, no hay una agenda dictada por el interés nacional. Éste era un buen momento, con un Gobierno realmente débil, pero Rajoy ha optado por el garrote goyesco. Y además sin éxito. Reuters ha desvelado la trampa de Alemania; Bruselas ha desmentido los rumores falsos; los gobernantes europeos han felicitado al Gobierno español con el FMI y el propio Obama; Zapatero se ha anotado al fin un triunfo dando publicidad a los exámenes de estrés bancario, y al final el propio líder del PP ha recibido reproches poco tácitos desde Europa para que abandone esa estrategia temeraria de acoso y derribo. Lo suyo ha quedado en evidencia como des-interés nacional.