![](/cadiz/prensa/noticias/201006/19/fotos/2650732.jpg)
El comunista ibérico
MADRID. Actualizado: GuardarCreía a hoz y martillo en el comunismo, odiaba las guerras y arremetía sin piedad contra las multinacionales. «El capitalismo se ajusta como un guante a la codicia y la rapiña humana, y por eso triunfa, pero si el hombre progresara moralmente, la doctrina comunista, que es puro Evangelio, reinaría sobre la tierra». Era un comunista convencido, pero no tenía ninguna fe en que los seres humanos «supieran domar y mejorar esos instintos que nos vienen de la época del hombre de Cromagnon».
Sus argumentos resultaban demoledores: «Cada minuto mueren no sé cuántos niños de sed, de hambre y de enfermedades; quien se declara feliz es porque no piensa que su felicidad depende de la infidelidad de los demás; en el primer mundo vivimos bien, vivimos muy bien sin darnos cuenta de que el origen de esa abundancia no fue, en muchos casos, fruto de una moral intachable».
Escribía para «estar comprometido en este puñetero mundo» y «para pasar el rato», pues los fines de la literatura los tenía muy claros: «La literatura me mantiene alerta y me revitaliza por dentro, pero no tengo ninguna esperanza de que una obra mía o de cualquier otro escritor pueda remediar las miserias humanas, que son unas cuantas». En los terribles meses de la guerra de Irak, Saramago fustigó a Bush y a todas las fuerzas que se aliaron con él, incluido José María Aznar. «Nunca se puede estar a favor de una guerra; no hay ninguna idea, ningún ideal, ninguna causa que justifique que un ser humano pueda eliminar a un semejante». A Bush le tenía ojeriza, pero tanta o más se la tenía a Silvio Berlusconi.
En su blog, Saramago criticaba el perfil 'mafioso' del mandatario italiano, lo que provocó las iras del todopoderoso 'cavalieri'. Del blog se extrajo una selección de textos y se editó un libro titulado 'El cuaderno'. La editorial italiana que publica las obras de Saramago (propiedad de Berlusconi) vetó 'El cuaderno', una decisión que avala -de forma incontestable- la tesis del Nobel sobre el primer ministro italiano.
Una de las ideas -todas sus ideas eran pacifistas- que rondaban por su cabeza era la de unir España y Portugal. De hecho, en su novela 'La balsa de piedra' (1986) imagina a los dos países juntos, desgajados por los Pirineos, y flotando por el océano Atlántico. Saramago pensaba que una España y Portugal -unidas política y socialmente- sería beneficioso para ambas. Cuando hizo esta declaración de intenciones tuvo bastante repercusión en Portugal y menos en España. Los escritores Arturo Pérez-Reverte y Antonio Lobo Antunes se sumaron a la iniciativa. Saramago proponía una unidad plurinacional de ambos Estados que llevaría el nombre de Iberia. Este fue el nombre que utilizaron los griegos para referirse a la península ibérica.
Su propuesta 'iberista' chocó frontalmente con muchas voces, entre ellas las de los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos.
Pero el Nobel portugués siguió erre que erre y creó la Fundación Ibérica José Saramago con sedes en Lisboa, Azinhaga, Lanzarote y Castril, el pueblo donde nació su mujer.
Fue un hombre lleno de buenas intenciones, un idealista escéptico que no creía en casi nada y en casi nadie, pero que lucho hasta el último minuto por construir un mundo un poco más respirable y respetable que el que nos ha tocado vivir.