LA HOJA ROJA

EFECTO PLACEBO

En esto de la memoria histórica progresamos adecuadamente. Sobre todo en la memoria que cada uno de nosotros elabora y entrega cada cuatro años

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Hay analgésicos de acción inmediata cuyos efectos se pasan, sin embargo, antes de que se amortigüen las molestias. Suelen ser de bajo coste, fáciles de adquirir y de administrar, y no se parecen mucho a aquellas píldoras que tomaba el senador Onésimo Sánchez en el cuento de García Márquez «de modo que el alivio le llegara primero que el dolor». Hay analgésicos con efecto calmante y otros que sólo pretenden adormecer la parte dañada, entreteniendo la conciencia, de modo que no nos demos cuenta de que el zapato siempre nos hace daño en el mismo sitio. Hay analgésicos genéricos, y no sólo en su denominación, sino en la forma de aplicación colectiva que muchos poseen. Canal Sur es uno de tantos. Cuanto más aprieta la soga, más copla, cuanto más duele el bolsillo, más Juan y Medio, cuanto más supura la cartera, más Arrayán. Sí, la Junta de Andalucía dio con la fórmula magistral del calmante y lo aplica en dosis industriales, reforzando las tomas de la tarde y de la noche, con la versión sedante de la mañana en la radio. Un atontamiento. Algo más que un Nolotil. Incluso organiza campañas, como aquella de la vacuna de la gripe A -¿quién se acuerda que cuando empezaba el curso escolar estábamos aterrorizados?- y reparte pildoritas gratis cada cierto tiempo. Hagan memoria y díganme si lo de los ordenadores portátiles de los niños no buscaba un efecto sedante.

Hay otros analgésicos que se utilizan como prevención y que no siempre hacen efecto o por lo menos no hacen el efecto deseado, porque el dolor no está siempre localizado en el mismo sitio y a la misma hora. Te quiere ir ya!, le dicen nuestros dolores a las cuitas de la Campanario y a los despechos de la Esteban. Ahí sí que no. Que para una segunda opinión ya nos bastamos y nos sobramos nosotros. Que los duelos con pan son menos, seguro. Pero es que ya no nos llega ni para el pan nuestro de cada día.

Y en esa estábamos, temiéndole a Bruselas más que a una vara verde y echando más cuentas que el Gran Capitán, cuando comenzó el Mundial de Sudáfrica y se tenían que acabar los dolores. Para empezar, porque como nos dijo Shakira en el Waka Waka «esto es África», y qué quieren que les diga, el que no se consuela es porque no quiere, que haberlos, los hay peor que nosotros. O como la traducción, no libre, sino de aquella manera, que nos han vendido del Wavin'Flag -sí hombre, el himno oficial del Mundial- y aquella arenga de «seremos grandes, seremos fuertes» -demasiada coincidencia con el mitin del senador Onésimo Sánchez, «seremos otros, señoras y señores, seremos grandes» -cuando la letra original de la canción dice cosas como «trayéndonos promesas, dejándonos pobres», o «soy un duro superviviente», que habrían escocido demasiado al personal. Sí, el Mundial de Fútbol se nos vendía como la purga de San Benito, que hacía efecto antes de tomarla. Una oportunidad maravillosa para aplicar lo de pan y toros en plan bestia. ¡Hala! Poneos tontitos con lo de la Roja y el orgullo patrio, que nosotros os vamos a apretar un poco más las clavijas y vamos a poner en marcha una reforma laboral de las antológicas. Con lo que nadie contaba es que la Roja estaba como todos, morada de tanta asfixia, y estuvieron a la altura del país, es decir, sin capacidad para poner en hora al reloj suizo. En fin. Que como dice la ley de Murphy, la tostada siempre se cae por el lado de la mantequilla, y que hasta en el fútbol existe lo de virtual y real ¿les suena?

Difícil lo tiene el gobierno si quiere entretenernos. Ya no bastarán las trasnochadas declaraciones de Griñán sobre los hijos de los jornaleros que van a la Universidad y sobre el adecentamiento de los pueblos, con el PER, en esta Andalucía imparable de la no sé cuantas modernización. Ya no le bastarán las declaraciones de Celestino Corbacho -¡qué impacto escuchar a este hombre!-Ya no le bastarán las fórmulas de circo, ni tampoco servirá de nada que, como en el cuento de García Márquez -«los ayudantes echaban al aire puñados de pajaritos de papel, y los falsos animales cobraban vida»- intenten distraernos con medidas analgésicas. Miren si no, el efecto rebote que ha tenido la campaña «Cultura contra la impunidad» que a pesar de su noble y justa intención, la de recuperar la memoria de los desaparecidos durante la guerra y la represión franquista, ha quedado como otra chaladura del Gobierno, otra cosa innecesaria y prescindible en época de crisis, otro despilfarro innecesario de dinero, otro pesebre más para los que apoyaron aquella campaña absurda del dedo sobre la ceja ¿se acuerda?

Sí. En esto de la memoria histórica progresamos adecuadamente. Sobre todo en la memoria que cada uno de nosotros elabora, y entrega en tiempo oportuno, cada cuatro años. No ha sido difícil imaginar la escena. Tan fácil como leer a García Márquez. El senador Onésimo Sánchez les decía a los políticos de aquel pueblo en medio de la nada: "»Nosotros no comemos pajaritos de papel. Ustedes y yo sabemos que el día que haya árboles y flores en este cagadero de chivos, el día en que haya sábalos en vez de gusarapos en los pozos, ese día ni ustedes ni yo tenemos nada que hacer aquí».

Lo malo es que nadie sabe cuándo llegará ese día. Será cuestión de tomárselo con calma. Mientras, no olviden lo de los juanillos. Tanto mamarracho suele tener efecto placebo.