Recuperación con rostro humano
Todavía mueren cada día 24.000 menores de cinco años por causas evitables ¿Podemos escudarnos en la crisis para permitir esta cifra?
PRESIDENTA DE UNICEF ESPAÑA Actualizado: GuardarLos jefes de Estado y de Gobierno de la UE están reunidos en Bruselas abordando, una vez más, aspectos clave de la agenda económica europea e internacional. Tienen sobre la mesa la discusión de nuevas tasas bancarias y la aprobación de la agenda económica Europa 2020, pero no sólo hablan de esto.
En su orden del día hay otro asunto que quizás llame menos la atención, pero del que dependen igualmente la vida de millones de personas: los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Se trata de unas metas de mínimos acordadas en el año 2000 por la comunidad internacional para dar respuesta al 80% de la población mundial que vive en crisis permanente. Unos resultados básicos que debían alcanzarse en 2015 en materias como la lucha contra el hambre y la pobreza, la educación, la salud o el acceso al agua potable. Los líderes europeos están discutiendo el plan de acción propuesto por la Comisión para 'rescatar' las expectativas de alcanzar los objetivos, al tiempo que deben fijar una posición común de cara a la cumbre mundial que se celebrará en septiembre en la sede de Naciones Unidas sobre este mismo tema.
El contexto europeo es ciertamente grave y complejo: millones de desempleados, recorte de presupuestos sociales y expectativas frustradas. Todo ello sin embargo no puede hacernos olvidar nuestra responsabilidad a escala global, antes al contrario.
Según Naciones Unidas, sólo en 2009 pasaron a vivir en la extrema pobreza entre 55 y 90 millones de personas más de las estimadas antes del inicio del desastre financiero. En ese mismo año, el número de trabajadores que vivía con menos de 1,25 dólares al día se incrementó en 215 millones. Por poner tan sólo algunos ejemplos concretos, en Guatemala, más del 49% de los menores de cinco años padece malnutrición crónica, y en Nepal un 32% de las familias ha tenido que sacar a sus hijos de la escuela. Se trata de países y familias que ya partían de una situación muy vulnerable, que antes de la crisis financiera sufrieron el tremendo impacto del aumento del precio de los alimentos y que con mucha frecuencia padecen conflictos bélicos o catástrofes naturales causadas por el cambio climático.
Si hablamos de niños, los datos son aún más escalofriantes. A tan sólo cinco años del plazo fijado para cumplir los ODM, todavía mueren cada día 24.000 menores de cinco años por causas evitables, 15 millones de niños y niñas han perdido a uno o a ambos progenitores a causa del SIDA, 101 millones de niños no están escolarizados y 150 millones en edades comprendidas entre cinco y 14 años trabajan. De hecho, muchos de estos datos pueden ser aún peores en este mismo momento, dado que el propio impacto de la crisis aumentará de nuevo el número de menores que se ven obligados a abandonar la escuela para contribuir al sustento familiar con cualquier tipo de empleo inseguro y mal remunerado, poniendo con ello un fin abrupto y anticipado a su niñez.
¿Podemos escudarnos en la crisis para permitir estas cifras? ¿Son realmente los niños y mayores de cualquier país quienes deben pagar las consecuencias de la mala gestión colectiva? ¿O podemos encontrar la manera de salir de la crisis protegiendo a la vez a aquellos que más lo necesitan? ¿No es este el mejor momento para reflexionar sobre un nuevo modelo de desarrollo y de progreso? ¿Un modelo que cuente con todos los seres humanos independientemente de su lugar de nacimiento, que se sustente en valores perdurables y que haga posible la sostenibilidad en todos los ámbitos?
UNICEF sabe, con su experiencia de 65 años de trabajo, lo mucho que se puede lograr con pocos recursos. Medidas tan simples como la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida, la formación en hábitos higiénicos, el suministro generalizado de vacunas de bajo coste o el uso de mosquiteras salvan millones de vidas humanas.
Obviamente, hacen falta fondos para implantar estas medidas, y muy especialmente para hacerlas llegar a los rincones más olvidados, pero se trata de cantidades irrelevantes en el contexto mundial. No estamos hablando de cantidades desorbitadas, sino de tener las prioridades claras y actuar en consecuencia.
Los más vulnerables, con la infancia como prioridad, deben ocupar un lugar específico en las medidas que se proponen para aliviar las repercusiones sociales de la crisis, y deben figurar entre las partidas 'a proteger' a la hora de apretarnos el cinturón.
Con seguridad, si no contamos con ellos, cualquier solución será temporal y semilla de mayores problemas en el futuro. No podemos olvidar que los países en desarrollo ya han experimentado muchas situaciones de crisis similar, y ya conocemos las consecuencias de unas medidas anti-crisis que olvidan el impacto sobre las personas: más pobreza, más desempleo y más exclusión.
Allá por 1987 UNICEF acuñó la expresión «ajuste con rostro humano» para reclamar una mayor atención al impacto social de los programas de ajuste estructural que se implantaron como respuesta a la crisis de la deuda externa.
Aprendamos de la historia. De aquí a septiembre, la UE tiene todavía en sus manos la oportunidad de diseñar una respuesta diferente. Es precisamente en tiempos difíciles cuando los gobernantes y los pueblos demuestran su visión y su compromiso, y es ahora cuando se va a poner a prueba la sinceridad de todas las declaraciones que se han hecho sobre la solidaridad global. Es difícil, pero no es imposible. Y será, seguro, mucho más eficaz.