EL ENTERRADOR
Actualizado:Pues eso, que aunque pasen horas y horas uno sigue sin ver el futuro del Cádiz halagüeño. Entre todos lo mataron y él solito se murió. Estamos más cerca que nunca de pasar el año en el que conmemoramos el Centenario del club en una categoría que hiede a ruina que tira para atrás. Ya ni siquiera estamos en coma, estamos directamente muertos. Y lo peor es que ha sido el propio Cádiz el que se ha puesto el disfraz de enterrador y ha cavado su propia tumba. Cuando mejor lo teníamos para finiquitar y olvidar una nefasta temporada, hemos tirado de mala manera dos balas por el sumidero y nos hemos suicidado. Porque que nadie se lleve a engaño, al Huesca no lo ha salvado ni su lamentable equipo ni su peor entrenador, lo ha salvado el propio Cádiz, condenándose a sí mismo.
Soy mal pensado por naturaleza, así que directamente no creo en la buena fe de los equipos que ya no se juegan nada y que van a dirimir el futuro de la entidad amarilla. Tampoco creo que sea ético animar públicamente a mandar maletines a casi toda la geografía española, así que no lo voy a hacer. En cualquier caso, mandando quien manda en el club, tampoco es que me fíe mucho de tal triquiñuela. Con lo cual casi que no nos queda nada, quizás lo único es implorar a la figura de Don Manuel de Irigoyen para que desde donde esté, y siempre que no le pueda la vergüenza y la indignación por lo que está viendo, haga algo por su Cádiz de su alma. Una vez que estamos muertos, sólo vale creer en la resurrección, en los milagros.
Y ojo, porque a todos se nos vienen a la cabeza equipos como Oviedo, Logroñés o Compostela que tardan años y años en abandonar las penurias deportivas y económicas en divisiones impropias, o que directamente han dado por finiquitada su historia en el mundo del fútbol al no poder sostener las deudas compitiendo en ligas ínfimas. Esperemos que el destino nos tenga reservado un giro que sea tan positivo como inesperado, pero es difícil creer.