Bélgica aleja el fantasma de la fractura
Independentistas flamencos y socialistas valones, ganadores de las elecciones, piden calma ante la compleja formación de Gobierno
Actualizado: GuardarTras la sacudida electoral del domingo, cuando se supo que los separatistas flamencos habían sido el partido más votado, la clase política belga y los estamentos dirigentes del país intentaron ayer calmar el juego, ordenando los acontecimientos de la jornada según el protocolo habitualmente seguido después de cualquier comicio legislativo. Se trataba de transmitir a la opinión pública una sensación de normalidad y a ello se dedicaron con denuedo los dirigentes del país.
El rey Alberto II dedicó la jornada a recibir a los diferentes líderes políticos y hoy continuará haciéndolo antes de tomar las decisiones que se esperan de él. Por la oficina regia pasaron a lo largo de la mañana los mandatarios que dejan sus responsabilidades, empezando por el ex primer ministro Yves Leterme y siguiendo por los presidentes de las cámaras. Después, a primeras horas de la tarde, les tocó el turno a los principales vencedores de las elecciones del domingo, Bart de Wever por la formación independentista NV-A y Elio di Rupo por el Partido Socialista valón. El nuevo e incontestado líder de Flandes se presentó a la cita sin corbata y permaneció de charla con el soberano poco menos de una hora. Di Rupo, con su eterna pajarita, entró después y estuvo reunido hora y media con Alberto II. A la salida presentaba un rostro adusto y severo, no muy frecuente en él.
Las consultas con los diferentes líderes políticos continuarán hoy y, a su término, el rey designará bien un informador -un explorador de las posiciones de los partidos-, bien un mediador -encargado de tejer las alianzas para conformar el Ejecutivo-, según perciba el estado de ánimo de las principales fuerzas políticas para acometer la ingente obra de levantar una coalición de gobierno en este país. No es infrecuente que en estos esfuerzos se consuman meses, lo que arroja una incertidumbre considerable sobre la capacidad de Bélgica para desempeñar su papel como presidente de turno de la Unión Europea, responsabilidad esta que asumirá el 1 de julio al concluir el semestre comandado por España.
El día no deparó grandes novedades. Los políticos, incluido De Wever, se pasaron la jornada alejando de las mentes cualquier imagen de cataclismo que el electorado, y la opinión pública internacional, pudieran haberse configurado de lo que se le avecina al país tras el triunfo de los separatistas. Elio di Rupo, que si las negociaciones prosperan aparece como el gran candidato a primer ministro, manifestó en una rueda de prensa, interrogado por periodistas extranjeros, que «Bélgica no está al borde de la explosión, a pesar de que en el exterior se pueda tener esa impresión». Por su parte, el dirigente soberanista no soltaba la presa e incidía en la necesidad de buscar una solución al conflicto del distrito electoral bilingüe que configuran Bruselas, Hal y Vilvorde ya durante las negociaciones para la formación del nuevo Ejecutivo.
Coalición de seis partidos
El líder flamenco no está dispuesto a discutir la extensión territorial del derecho bilingüe de Bruselas a los barrios de la periferia. «Tocar el principio de territorialidad sería como abrir la caja de Pandora», decía De Wever, evidenciando con ello que el tema está sobre la mesa, y que la formación de un gobierno con los francófonos pasa por encontrarle una solución al gusto de la formación flamenca.
Sobre el papel, las coaliciones de gobierno más plausibles apuntan al N-VA y a los socialcristianos del CD&V junto con los socialistas del SP-A en el norte flamenco, combinados con socialistas, humanistas y ecologistas del sur. Seis partidos ideológicamente muy dispares para cerrar una reforma mayor del Estado y para afrontar una crisis económica de dimensiones pavorosas que Bélgica, hasta ahora, había conseguido lidiar sin dejarse demasiados pelos en la gatera.