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LOS SEGUIDORES

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Si exceptuamos a los que confían en nuestra selección nacional de fútbol, entre los que me cuento, hay muy pocos españoles esperanzados. Han logrado convencernos de que el futuro es un sitio donde todos vamos a pasarlo peor. El inconveniente de ir a menos es que se acaba llegando. Ahora estamos en la situación de aquellas dos viejas damas de la comedia de Mihura que habían sido muy ricas, pero sospechaban su decadencia:

-Desengáñate -le decía una a otra- llegará el momento en el que toquemos el timbre y no venga nadie.

Aquí el cambio a nivel de vida no va a afectar únicamente a dos personas, sino a diecisiete autonomías y además va a hacerlo de forma desigual. De aquel antiguo eslogan, bastante discutible, que aseguraba que España era diferente, hemos pasado a ser un país que es distinto a sí mismo. La prueba es que los sindicatos dudan de que triunfe una huelga general, pero creen que reclutarán gente en algunos lugares. «Las huelgas se hacen para ganarlas», ha dicho uno de esos dirigentes cuyo mayor temor es que los dirigidos van menguando. Cada vez que es más dificultoso poner de acuerdo a personas que están en desacuerdo en dos cuestiones fundamentales: que les bajen el sueldo y les suban los impuestos. Se trata de dos ofertas que no pueden rechazar. Ni siquiera quedarse con una sóla. Sin duda para añadir amenidad a la 'varia España', el presidente de los llamados populares se ha comprometido a que ninguna comunidad autónoma donde gobierna su formación política subirá los tributos. La verdad es que la mayor diferencia entre regiones es la que establece la renta 'per cápita'. Ni el botellón, ni el 'burka', ni siquiera el número de consejeros y de guardaespaldas son tan distintos. Ni el de seguidores, unos más entusiastas que otros eso sí.