Rodríguez Mandela
Actualizado:Evocaba la última película de Clint Eastwood, pero esta vez no aparecía Nelson Mandela, destrozado por la dura pérdida de una nieta. El colorido era el mismo. Amarillo y verde por doquier. Y negro, claro está, mucho negro. Pero por encima del color de la piel de los espectadores, de la ilusión desmedida de un país que está más en las últimas que el nuestro, una nación donde la tasa de infección por sida deja la palabra «preocupante» en eufemismo, por encima de todo esto, estaba la alegría. Las imágenes que nos trajo la televisión eran todo dientes blanquísimos, sonrisas desencajadas, saltos, saludos y explosión. Mandela lo tuvo claro en «El factor humano» alias «Invictus»: la unidad racial del país pasaba por la búsqueda de un enemigo común o de un amigo mutuo. El equipo nacional de Sudáfrica, pero de lo que sea. En esa ocasión fue de rugby, hoy de fútbol. El galardonado con el premio Nóbel de la Paz tiene mucho de visionario o quizás tuvo demasiado tiempo en la cárcel para pensar su estrategia, para dibujar el futuro en las paredes enrejadas. Sus sucesores siguen hoy la línea dibujada en el suelo. He oído que la nación africana no se merecía ser sede de un campeonato mundial de fútbol: no tenía los medios, ni la organización, ni la estructura ni tampoco el equipo. Pero ahí está el milagro del deporte rey, que nos hace a todos iguales. Que Messi, Cristiano Ronaldo, Kaká, Ribèry o Casillas estén en Sudáfrica es un logro impresionante para el gobierno de un país a la deriva económica. Supone una inyección de dinero y optimismo para un pueblo que casi ni ve a sus ídolos en televisión, por no tenerla. Un anuncio del programa 'Informe Robinson' presentaba en un breve flashback los principales fracasos de la selección española. Por allí pasaron Eloy, Zubizarreta, Míchel, Luis Enrique y Raúl en una sucesión de fotogramas malditos. Ahora, el mensaje es distinto para la Roja. Podemos enfrentarnos al pasado, salir invictos como ese equipo que aglutinó Mandela para vencer a Nueva Zelanda en 1995, de la mano de su capitán Francois Pienaar. Es un mensaje de optimismo en tiempos de crisis que nada tiene que ver con el que nuestros dirigentes nos plantean mediante reformas laborales que no dejan contentos ni a patronal ni a sindicatos. Los españoles vagamos por un desierto, cruzamos a tientas un túnel oscuro que no sabemos a dónde lleva ni cuándo termina. Y nadie lleva una antorcha en la vanguardia de la fila. Ése es el problema, la falta de liderazgo. Un amigo mío decía el otro día que deberíamos nacionalizar español a Leo Messi. Craso error, Javi Funes. Yo al que haría jurar la Constitución de 1978 sería a Mandela. Dicho queda.