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UN DÍA EN SUDÁFRICA

El traje de Maradona

JON AGUIRIANO
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Ya dejó escrito Andrés Calamaro que Maradona no es una persona cualquiera, que es un hombre pegado a un pelota de cuero, que tiene el don celestial de tratar muy bien al balón y es un guerrero. Esto último, el carácter combativo, es lo primero que transmite a sus jugadores el crack argentino ahora que tiene el pelo teñido y la barba entrecana, y está obligado a vivir el fútbol enjaulado en un área técnica. Ayer hizo su primera aparición en el Mundial de Sudáfrica y dejó claro que va a ser uno de sus grandes protagonistas. Tampoco hay que extrañarse. ¿Cuándo no lo ha sido? Por momentos, durante la retransmisión del Argentina-Nigeria, al Pelusa se le vio más que a algunos de los jugadores. El bueno de Lars Lagerbäck, por el contrario, apareció con cuentagotas, las tres o cuatro veces que sus pupilos demostraron su candidez delante de la portería de Romero. Normal, por otra parte. ¿O acaso Lagerbäck ha sido dios alguna vez?

Maradona sorprendió a todos en el Ellis Park de Johannesburgo con su atuendo: traje gris, corbata clara y camisa blanca. A un incondicional irreductible del chándal como él, se hacía muy raro verle de esa guisa, de la que sólo tendrían memoria los invitados a su boda. Quizá piense que ha llegado el momento de parecer un señor respetable o quizá que, en el escaparate incomparable de un Mundial, su cargo al frente de la albiceleste le obliga a ese esfuerzo de elegancia. A saber. Sea como fuere, por mucho traje que se ponga, Maradona sigue viviendo los partidos como el futbolista que fue. Ayer se pasó los 90 minutos agarrado a los barrotes imaginarios del área técnica, discutiendo con el cuarto árbitro, arengando a sus futbolistas, pidiendo tarjetas a los rivales y sufriendo con cada ocasión desperdiciada por sus muchachos, que fueron más de media docena, y con las que concedieron sus defensas, demasiadas también para una selección que aspira al título.

Al final, consumada una victoria corta pero del todo justa, Maradona se abrazó a sus colaboradores y a sus jugadores con una efusión que sólo se entiende en aquellos que viven los partidos, desde el amistoso más intrascendente hasta la final de la Copa del Mundo, como una batalla a vida o muerte. Él, además, se juega en Sudáfrica ni más ni menos que la condición divina que le otorgaron sus compatriotas hace 24 años, en México. Paradójicamente, que la conserve o no va a depender mucho de Lionel Messi, su sucesor en el trono del fútbol argentino; en cierto sentido, su competencia. Por lo visto ayer, la estrella del Barcelona, al que Maradona ha decidido colocar también por dentro, en la media punta, está bien. Con tono. Aunque no pudo materializar ninguna, ante Nigeria se fabricó más ocasiones que en toda la tortuosa y ruinosa fase de clasificación. Una buena noticia, en fin, que Maradona seguro que celebró fumándose uno de los Cohibas que les suministra su amigo Fidel.

POSTDATA. No todo son viajes largos y agitados, como el que el viernes hubo que realizar entre Johannesburgo y Potchefstroom, en la vida de los enviados especiales que seguimos a España. Aunque es probable que más de uno sufriera ayer pesadillas en las que se le aparecía el chófer Israel pisando a fondo el acelerador dispuesto a convertir su autobús en un descapotable estrellándolo contra un puente o metiéndose sin saberlo en un atasco como el que imaginó Julio Cortázar en 'La autopista del sur', ayer pudimos resarcirnos. A ello contribuyó una visita feliz e inesperada, casi una aparición. La que protagonizó en la sala de prensa un cortador de la empresa de jamones de Guijuelo Bernardo Hernández. El hombre no dio abasto cortando lonchitas de un espectacular y sudoroso Beher Bellota de Oro, campeón del mundo en la pasada Feria de Franckfurt. Los periodistas extranjeros que siguen a 'La Roja' se pusieron rápido a la cola con un plato de cartón en la mano y una sonrisa expectante. Esta gente sabe lo que es bueno.