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Economía antieconómica

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Hace unos días, Mariano Rajoy ha propuesto que el déficit público sea prohibido por ley. Es evidente que Rajoy sabe mucho de economía, y no lo digo con sorna o ironía: Rajoy es que sabe tela de economía. Al menos de esa economía antieconómica, de factura liberal, a la que ya me he referido desde aquí en alguna otra ocasión, y que tiene herida de muerte a Europa y al borde del colapso al mundo entero. Si Rajoy no conociera al dedillo los intríngulis de esa economía seguramente ni se habría molestado en hacer aquella propuesta. Proponiendo prohibir por ley el déficit público, el líder de la oposición se coloca en línea con uno de los grandes objetivos de la economía antieconómica liberal: la desactivación definitiva de la política.

Porque lo verdaderamente determinante hoy no es la prevalencia de la política de derechas sobre la política de izquierdas o viceversa, sino el papel irrelevante, residual, al que la política ha sido obligada por quienes tienen poder de hecho para hacerlo y consideran posible un mundo regido por los estrictos criterios de la economía antieconómica. Rajoy sabe, y quién no, que la decisión de los Estados de incurrir o no en déficit presupuestario es un instrumento político que suele ser habitual para sortear los efectos negativos que parecen ser inseparables de la actividad económica, y que la evidencia nos dice que se hacen más frecuentes, profundos y destructivos socialmente según se desarrolla la economía antieconómica liberal, sin que sepamos bien hacia dónde nos lleva esta deriva. También seguramente sabe Rajoy que por la comunidad de expertos en historia y teoría económica es comúnmente admitido que la decisión política de incurrir circunstancialmente en déficit presupuestario ha sido una medida beneficiosa que redujo y atemperó las fluctuaciones económicas a lo largo de todo el pasado siglo.

De cualquier forma, la opinión de mantener contra viento y marea un estricto equilibrio presupuestario, sin posibilidad ocasional de incurrir en déficit, es uno de esos capítulos de la economía que suele ser objeto de controversias cargadas de ideología: a un lado están quienes opinan que la gente de carne y hueso debe estar al servicio de la ortodoxia de una economía a todas luces antieconómica; al otro lado están quienes insisten en que la economía debe estar al servicio de la gente. Al servicio de la política, por tanto.