El duelo de Wilkins y Jordan
Actualizado:Me ha hecho especial ilusión la visita a nuestro país de uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto: Kareem Abdul Jabbar. Pudimos verle, muy recuperado físicamente de una enfermedad, en una entrevista televisiva; y con él me vino aquella troupe mítica de estrellas que aún guardo en mi recuerdo. Era un chaval cuando, mientras todos los niños eran seguidores del Madrid, del Barcelona, ¡o del Betis!, yo era seguidor del baloncesto de la NBA, y mi ídolo era el alero de los Atlanta Hawks Dominique Wilkins. Los increíbles mates desafiantes de la realidad humana, y en especial el 'TomaHawk' de 'The Human Highlight Film' forman parte de esas entrañables imágenes de la fantasía de mi adolescencia. Habría que añadir esas otras, como las inverosímiles asistencias sin mirar del mejor base de todos los tiempos: Magic Johnson, aquel base de más de dos metros, compañero de Jabbar de aquellos legendarios Lakers. Aquellos tiros últimos de Larry Bird, el 'Gordo' Barkley con su salvaje temperamento, las carreras por la banda del 'Cartero' Malone, musculoso como ninguno; la elegancia a una mano del gran 'Doctor J' Julius Erving. Y claro está, ese estado aéreo metafísico y anti gravitatorio de Michael Jordan.
Reconozco que, por aquellos años, a Jordan yo lo odiaba, pues era el más directo rival de Wilkins. Mientras Jordan y sus Bulls ganaban títulos sin parar, Wilkins y sus Hawks eran esos eternos perdedores que apuntaban esperanzas y nunca llegaban a nada importante. Pero, desde luego, si tuviera que rescatar un recuerdo imborrable de aquella mágica NBA, la cual hoy no le llega ni a los talones, sería aquel concurso de mates de 1987 en Chicago. Aquel impresionante duelo entre Wilkins y Jordan pasó a los anales en pocos días. Está claro que si se puede crear arte con un balón en las manos, fue aquello que hicieron esos dos maestros del mate. Y aunque debió ganar Wilkins, fue Jordan (por jugar en casa) el que se llevó el título.
Gracias, Kareem, por venir, y de paso lanzar con tu imparable 'Sky Hoob' el balón al aire de mi añorada adolescencia.