EL MAESTRO LIENDRE

¿AUSTERO? DE NACIMIENTO

Les ha dado por rescatar eso de gastar poco. A los que pueden, claro, porque lo de la vida frugal será novedoso sólo para unos cuantos

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La primera vez que un gaditano supo de 'slow life' tuvo que pensar: «Eso ya está inventado. Yo lo he visto desde chico». Que vengan con esas moderneces de la vida lenta a una ciudad en la que los peatones, afortunadamente, transitamos por mitad de la calzada como vacas en Nueva Delhi, frenando los coches con el culo y sin consentir un bocinazo, es como hablarle de frío a un esquimal. En la capital mundial 'slow', las obras de dos años duran dos décadas. Las que están en marcha nunca terminan y las otras jamás arrancan. Cuando todo iba bien, no había motivo para correr . Ahora que todo se hunde ¿para qué, si nos van a dar igual?

Pero Occidente aún nos regala otra redundancia. Ahora aparece con el término «austeridad». Jamás se pronunció tanto. Les ha dado por rescatarlo. Los que pueden, claro, porque eso de la vida frugal será novedoso para unos cuantos, para los de la institución pública, los mercados y los consejos. Serán ellos los que tienen que renunciar a la tarjeta, como Custodio. A ver si ahora van a tener que acostumbrarse a pagar lo que comen y beben, a costearse el transporte o la casa. Qué será de ellos sin Audi, BlackBerry by lapatilla y urbanización.

¿Habrá llegado el momento de la sensatez poética? ¿Dejarán los mileuristas de invitar a comer, a viajar y a dormir a los de la nómina gorda? ¿Podremos reírnos ahora de los que nunca sacaban la de Ubrique pero se burlaban de nosotros porque nos gustaba todo lo gratis? Demasiado hermoso. No pasará.

Estaría bien que la austeridad fuera un virus inteligente, de esos de las películas, y sólo atacara a los que la merecen. Eso sí, cada cual tendría una lista que sólo incluye a los demás. Entre los gaditanos, muy pocos lo sufrirían. Ya son tiesos de serie. «¿Niño o niña?» pregunta el padre cuando nace un gaditanito. «Menú de siete euros», le dice el doctor.

Hablamos de la patria chica de la pestiñada y la erizada... De la ciudad que basa su fiesta en el único juego que no cuesta, el de palabras, y en la que ir bien disfrazado está mal visto. El resto del año, el fondo de armario, para mayor dolor de los nostálgicos del señorío, consiste en dos pares de chanclas, dos camisetas de propaganda y un par de bañadores de marca (falsificados). Son los 'must'. Me gusta. Lo adoro. Te jodes. Al contrario que en el 'interior', aquí se desconfía de cualquiera que vaya bien vestido. Incluso fue lugar de nacimiento del económico botellón. Alrededor de Transportes Comes, dicen los expertos, se vio por primera vez en España, más o menos en 1985. De hecho, el 'austerus gaditanae' perpetúa la afición por el escote (de este tipo también) más allá de la treintena y el matrimonio.

Los melancólicos del cosmopolitismo, el buen gusto y la categoría tienen la batalla perdida en pleno mar. Que se pongan de los nervios, pero es un placer antillano, superviviente y callejero eso de los matrimonios en la plaza con su papelón y su vaso. Siempre que recojan (y muchos lo hacen) es una lección ambulante del arte de vivir... Con poco. Precursores de lo que ahora nos anuncian como único futuro posible. Como si hubiéramos tenido otro pasado, como si existiera otro presente.

Ni siquiera necesitamos club de campo. Aquí se va a la playa, gratis, a las 11 de la mañana y se vuelve cuando el sol se mete en la alcoba del fondo. Cuatro meses. Cuatro chavos al día por un abono en el paraíso que te enseñan a disfrutar de chinorri. Si los niños quieren una fiesta de cumpleaños a lo grande, no hace falta dejarse ningún dinero en un chuchipark. Los rincones de los jardines públicos las acojen desde hace años. Los padres 'reservan' sitio, colocan globos, hay disfraces, gymkhana, piñata, dos meriendas, columpios... Sin monitores alterados ni mascotas monstruosas.

El mundo será 'gadita'

¿Austeridad a nosotros? ¿Aprender a vivir con menos? ¿Me vas a contar la crisis griega, o la húngara? ¿Que lo mejor es gratis o casi? ¿Qué cuestan las guarrerías buenas, las que no cuestan? ¿Qué cuesta leer el fútbol según Enric González, o la resurrección de Rivera Letelier, o nadar, o tener ganas de jugar con los niños? ¿Y el cine y los amigos viejos? ¿A nosotros? ¿Robando en la cárcel?

Con el rollo de la austeridad obligatoria y sus discretos encantos le van a ir a la Tía Norica todos esos ejecutivos acelerados que quieren cambiar de caballo a mitad del río, leales al billete, adictos a la prisa, payasos del método, adoradores de la tensión y acongojados lactantes de la vaca gorda de la 'res' pública cuyas ubres parecían inagotables.

A los demás, a los que nunca nos dejaron mangar ni ser corruptos por falta de interés, a los que no teníamos tarjeta porque la empanamos para cenar hace tres años, a los que finjimos que nos gustaba pasear hasta que empezó a gustarnos, a los austeros involuntarios... Un respeto, que nos dejen de rollos.

Ya tenemos el boquete hecho, decía la chirigota. Siempre fuimos motivo de mofa para los triunfadores, los del taco. Ahora que cruje, igual es una ventaja. Tanto que, tras la caída del imperio yankee, cuando llegue el eclipse del oriente lejano, será la cultura 'gadita', con Carmelo al frente, la que domine el mundo.

De forma muy relajada. Discretamente. Sin derroches. Por favor, que el estrés sí que es hortera.