RELATIVIZANDO

Resulta que va mi hermana el otro día a correos para enviar un rollo de carteles, y se encuentra con una cola de estas de media hora por lo menos. Hace acopio de paciencia, y se dispone a perder un rato de su preciado tiempo con el rollo de paquetes debajo del brazo. Al cabo de un buen rato esperando, llega por fin a la ventanilla. Cuando el señor funcionario levanta la cabeza y ve que mi hermana lleva los carteles sin envolver, hace un gesto de desagrado, y le dice sin pensarlo ni un momento: Yo eso no lo puedo empaquetar aquí. Lo tiene que traer hecho de casa.

Mi hermana se queda muerta, y siente un temblor en las piernas, y un sudor en la frente, y una mala leche en la mandíbula, nada más que de pensar en tener que volver a esperar otra larga cola para enviar los dichosos carteles. Afortunadamente, mi hermana tiene entre sus no pocas virtudes una muy especial, que es la de poseer una gran capacidad para reaccionar inmediatamente ante cierto tipo de injusticias: Estoy harta de enviar carteles, y siempre me los envuelven. Pues no será aquí. Aquí, sí, y también en Sevilla, y en Madrid. Aquí no los envolvemos -insiste el buen hombre-.

Total, que empieza aquí una porfía, que si me los envuelve, que si no, que si yo no espero otra vez media hora de cola. La gente empieza a mirar la escena con gran curiosidad, asistiendo al aumento progresivo del enfado de cliente y funcionario, hasta que al final el explota y lanza al mundo su queja con tono lastimero y auto compasivo.

-¡Esto es lo que me faltaba! Encima que hoy el c. de Zapatero nos ha bajado los sueldos un cinco por ciento. ¡Que asco, hijo!

Mi hermana lo mira, y con toda la parsimonia del mundo le responde: No va a conseguir darme pena, oiga.

Y apostilla: Porque yo soy autónoma.