OTRA VEZ, OTRA VEZ
No tiene otra explicación, esa obsesión por repetirlo todo como si con una vez no hubiéramos tenido bastante. Y así nos va. Que todo nos parece poco.
Actualizado: GuardarDebe ser el 'efecto teletubbie', otra cosa más que agradecerle al gobierno de Zapatero. No tiene otra explicación. Esa obsesión por repetirlo todo como si con una vez no hubiéramos tenido bastante. Otra vez, otra vez, decían los antipáticos muñecos cada vez que a uno le venía una iluminación. Y así nos va. Que todo nos parece poco. Por eso, como si el mes de diciembre y sus balances no fueran suficientes como para odiar esto de las despedidas, hemos convertido al anodino mes de junio -en este caso, no es cierto aquello de que en el medio está la virtud- en otro mes del adiós. En otro mes de ir cerrando capítulos de este cuento del que ya nos sabemos el final, pero que tanto nos gusta escuchar. Piénselo. En este mes que acabamos de empezar pero que ya sentimos como terminado, debe usted cumplir con algunos de esos deberes que tiene como ciudadano al que por todas partes le van mermando sus derechos. Sí. Le quedan sólo diez días para pagar el IBI y apenas veinticinco para que Hacienda le diga en su cuenta que lo que usted suponía un desahogo -ay, cómo nos engañó el IRPF- no era más que una vuelta más de la soga que tanto le está apretando. Un mes con el monedero abierto, ya lo dice el refrán: «Si junio viene solano, se va el fruto de las manos». Sabio el refranero. Un mes en el que la nómina ya no será nunca la misma. Y así, el que se suponía que debería ser el mes del comienzo, por aquello de solsticio de verano, de la noche más corta, de la fertilidad y de florituras varias, se ha transformado en una burda copia de fin de año, al que sólo le faltan las campanadas. Aunque todo se andará.
Que levante la mano el que no tiene este mes una ceremonia de despedida, no valen ceremonias de despedida a la nómina, sino una ceremonia académica. Sí, hombre, eso que antes se llamaban vacaciones y que se despachaban con un «hasta septiembre» y que ahora lleva de regalo una auténtica 'gymkhana' no apta para padres con poca capacidad de asombro y admiración por sus vástagos. Como si cada paso de un niño fuera aquello que dijo Amstrong al llegar a la luna, se celebran graduaciones un curso sí y otro también. Al acabar la guardería, al terminar la educación infantil -como si el paso a la primaria fuera como el del Rubicón-, cuando finaliza la educación obligatoria, al acabar Bachillerato. todo un ceremonial de la confusión al que se van acostumbrando los niños y que termina por desvirtuar lo que realmente significa terminar una etapa de estudios. Porque si con cinco años uno se despide de sus compañeros con lágrimas en los ojos y un insufrible vídeo donde se repasa la vida de cada uno de los alumnos, cuando uno tiene veinte años lo que está deseando es quitarselos de en medio y no coincidir con ellos ni siquiera en el Facebook. Lo que les decía. 'Efecto teletubbie'. Otra vez, otra vez.
No nos cansamos. Ni siquiera de aplaudir a Raphael, que la pasada semana volvió a llenar el Falla de esos adeptos que le gritan de principio a fin del espectáculo cosas tan originales como «eres único», «Raphael, tú sí que eres Raphael» -coreado con ardor casi bíblico- y que llevan 50 años aplaudiendo el mismo concierto, el mismo con el que el cantante decía despedirse del Falla. El mismo espejo que se parte, el mismo poncho, la misma mueca en el mismo sitio. No. Hay cosas que no cambian. Y que gustan. Otra vez, otra vez. Y otra vez se repite la ceremonia del adiós en más de un comercio gaditano -por cierto, la propuesta de abrir entre las siete y la diez de la noche en verano-, también digna de los teletubbies. Y ya nadie se acuerda de aquello del centro comercial abierto porque la memoria es traicionera, como el verano este que se nos ha colado casi sin avisar. Por junio mucho calor, nunca asusta al labrador. Lo malo es que va quedando poco donde arar.
Por si acaso, no se pierda lo que queda del Corpus en Cádiz. Le quedan dos telediarios, le aviso. Esa fiesta que ha pasado por momentos malos y peores y que compite con otras de su estilo por el título a la más friki de cuantas salen a la calle. Si hubieran querido cargarse la celebración con malas ideas no les hubiera salido mejor. Porque de lo que va de ayer a hoy nos han quedado las peores secuelas, ese desfile de moda 'low-cost' en versión Cádiz que es la procesión cívica, esos altares, que para siempre se podrían haber quedado en los anales de la historia, esa alfombra -este año por poquito no desaparece del todo- de serrín absolutamente innecesaria, ese recorrido horroroso de la procesión por las calles más estrechas -a ver quién se pone en Santo Cristo a ver la Custodia- y esa obsesión por limpiar la vía pública casi antes de que termine la procesión han ido convirtiendo el Corpus en una cita ineludible con la playa. Una forma como otra cualquiera de salir corriendo.
Menos mal que gracias al cambio climático no hay quien le haga caso al refranero, porque si hubiera que esperar al cuarenta de mayo andaríamos todos con urticaria. Que ayer terminaron las lluvias y que ya está aquí el verano. Otra vez, otra vez.