Editorial

Nuevas sombras

Tras Grecia, el caso húngaro apela a un mayor control sobre las cuentas en los países de la UE

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La economía europea y la española en particular experimentaron ayer una nueva convulsión, reflejada en otro descenso de la valoración bursátil, que amenaza con ensombrecer aún más las perspectivas de recuperación. Al encarecimiento de la deuda de nuestro país y al incremento del seguro contra el riesgo de su impago -un problema que afecta a más socios- se le sumó la bajada del precio del euro hasta 1,20 dólares y la inquietante noticia de que Hungría atraviesa una situación «muy grave». El hecho de que la economía húngara opere con moneda propia no resta motivos de preocupación una vez constatado que los problemas relacionados con la deuda pública continúan afectando a los países -incluida España- denominados ya «periféricos» en el seno de la Unión, lastrando las posibilidades de restablecer la confianza de los mercados. Junto a todo ello, los decepcionantes datos de empleo en Estados Unidos, cuyo limitado incremento se debe fundamentalmente a contrataciones públicas temporales, advirtieron ayer sobre el peligro de que las economías occidentales pudieran recaer en un crecimiento negativo dos años después de desatada la crisis. La denuncia por parte del reciente Gobierno húngaro, del conservador Viktor Orbán, señalando que las cuentas públicas habían sido falseadas por el anterior Ejecutivo, recuerda el desbarajuste griego. Ello significaría que los responsables políticos del país magiar actuaron con deslealtad hacia la comunidad internacional -que en 2008 les concedió un préstamo de 20.000 millones de euros a través del FMI, el Banco Mundial y la propia UE- y hacia sus conciudadanos. El caso húngaro constituye, de nuevo, una llamada de atención sobre las deficiencias que presenta el control democrático de la ejecución presupuestaria. Por exigente que se vuelva la supervisión ejercida desde las instituciones de la Unión, la disciplina presupuestaria depende del correcto funcionamiento del sistema parlamentario de cada país y de sus mecanismos de control. Si los poderes ejecutivos nacionales son capaces de maquillar la realidad de sus respectivas economías por carecer de una supervisión institucionalizada, resulta imposible garantizar la contención a la baja del gasto público y la reordenación de las administraciones como aportación esencial del Estado a la reactivación económica de Europa.