Vitorio Pozzo, el inventor del fútbol "a la italiana"
Dos mundiales y una medalla de oro en los Juegos Olímpicos coronaron un método que se ha prolongado durante más de medio siglo en el país transalpino
Actualizado:Cuando el estudiante del Liceo Cavour Vittorio Pozzo partió a Inglaterra a aumentar sus conocimientos nunca imaginó que su decisión afectaría a gran parte de la identidad de su país durante los siguientes años. El joven turinés se adaptó con tanto interés a las islas que quedó atrapado por su cultura. De ahí nació su interés por el 'football', un deporte desconocido entonces en Italia.
Tras su estancia en Gran Bretaña aprendiendo los secretos del juego de la pelota marchó a Francia y fue un 'saltamontes' más del Grasshopper suizo antes de regresar a su país. Se estableció en Turín y allí extendió lo que a él le gustaba llamar el "virus calcisticus" con partidos en la Plaza de Armas. El esfuerzo de Pozzo provocó la emergente popularidad del fútbol mientras creaba el club del que posteriormente nacería el Torino y se aplicaba en la organización de torneos y federaciones.
Una serie de azarosas circunstancias le llevaron a aceptar el cargo de seleccionador de fútbol, papel en el que dejaría su sello para siempre. Por un lado, aplicaba su capacidad comunicativa y psicológica para motivar a sus pupilos y generar la confianza en sus posibilidades y por el otro, aportaba un sistema riguroso heredado de su aprendizaje militar en el cuerpo de 'cazadores de montaña' de Turín.
En el campo sus enseñanzas se ampliaban con su capacidad para encontrar soluciones porque, como reconocía el legendario Sandro Mazzolla "era un innovador". Por ejemplo, empezó a usar el sistema 2-3-5 y el W-M con medio defensivo para explotar sus bandas con jugadores de talento como Giusepe Meazza o Giovanni Ferrari. Resultó clave el nuevo rol del mediocentro inventado por él y desarrollado en el césped por Luisito Monti, un argentino que había disputado el Mundial de 1930 con Uruguay, pero que fue reclutado por los italianos para 1934 con las correspondientes obligaciones militares en tiempos de guerra. Ante las críticas por su uso de los oriundos Pozzo sentenció: "Si pueden morir por Italia, pueden jugar con Italia".
Con su sistema espartano de entrenamientos bautizado como "el método" ganó el Mundial de Italia en 1934, el oro en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 y el Mundial de Francia en 1938. Como anfitriones recibieron la orden clara de Benito Mussolini "Vencer" con la correspondiente presión. En cambio, en Francia vivieron el clima hostil de la preguerra, aunque su juego fue reconocido con aplausos incluso por los franceses cuando ganaron a los galos 3-1 en París.
"Querían definir 'el juego a la italiana' como el del gran entusiasmo, los enormes esfuerzos, el apasionamiento sagrado no acompañado de razonamiento excesivo, un tipo de acciones más estudiadas y proporcionadas. Trabajábamos más la parte estratégica del fútbol. En esa época de más de una década dejamos nuestra impronta" escribía a mediados del siglo XX Vittorio Pozzo cuando recordaba aquellos éxitos y su racha de 30 victorias consecutivas que heredarían las siguientes generaciones aplicando la defensa y el contragolpe.
El fin de su era
Con el inicio de la II Guerra Mundial se truncó la racha de los italianos, que tuvieron que esperar doce años para que volviera a organizarse la fase final de un Mundial. "Obligaron a un patriota como yo a esperar que perdiéramos la guerra" reconocía Pozzo con nostalgia por el fútbol.
Sin embargo, su retorno tras el gran conflicto armado resultó amargo después de refugiarse en Ponderano durante los enfrentamientos. Dimitió de su cargo tras perder ante Inglaterra 4-0 para cerrar su trayectoria con 64 victorias, 17 empates y 16 derrotas. Pero su mayor lucha llegó con el desprestigio por una campaña en su contra por colaborar con el regimen fascista. El periodista Antonio Ghirelli recuerda que Pozzo era "conservador y nacionalista, pero no fascista", mientras que su hijo Alberto Pozzo repasa su actuación en el Comité de Liberación Nacional, que agrupaba la oposición de derechas a Mussolini. Vittorio siempre mantuvo su posición nacionalista en armonía con su visión cosmopolita y anglófila.
Apartado de la selección nacional se centró en su amado Torino y en sus artículos para La Stampa. Sin embargo, otra desgracia llegó con Tragedia de Superga, cuando 18 jugadores de su equipo perdieron la vida en un accidente de avión. Vittorio, que tenía una visión paternalista del club sufrió por sus 'ahijados'. Una década después fallecía Vittorio Pozzo, cuando todavía no se había reconocido su legado. Aquel genuino piamontés había dejado a un lado la FIAT, los Alpes, la fábrica Pirelli y cualquiera de las opciones cercanas de su tiempo para crear el germen de una selección que está en la historia del fútbol con sus dos primeros Mundiales consecutivos. Ochenta años después, los valores de este hombre culto, inflexible, carismático y apasionado por el deporte se mantienen como la seña de identidad de Italia: "Cuán hermoso es jugar al fútbol cuando se gana".