«La educación es una tarea metafísica»
El creador de la Universidad para padres lanza un mensaje «optimista» en la última sesión de 'Las dos culturas' José Antonio Marina Catedrático de Filosofía
CÁDIZ.Actualizado:En la primera convocatoria para ingresar en la Universidad para padres se interesaron más de 5.000 progenitores. Sólo 2.000 obtuvieron plaza. Entre los principios fundamentales de esta organización dirigida por el filósofo José Antonio Marina, se encuentra la idea de que en esta tarea, la de educar, está implicada toda la sociedad. Y entre sus objetivos, la recuperación de un discurso «optimista y alegre», en la actualidad ensombrecido por las visiones más derrotistas. Informes PISA, fracaso escolar, desigualdades sociales, y utópicos consensos políticos han contribuido durante años a ese pesimismo. Sin embargo, la cifra denota que el tema importa.
Llegó ayer Marina a Cádiz a insuflar ese ánimo que piden a gritos profesores -mayoría en el salón de actos de Enfermería-, pedagogos, padres, niños y adolescentes. Aterrizó ante su auditorio para hablar de las «poquísimas» herramientas de las que se dispone para desempeñar esa complicada función, para llamar la atención de la premisa pedagógica de que los alumnos están aprendiendo, «lo que no se sabe el qué». Y, sobre todo, ahondó en la idea del lenguaje como arma a desenfundar en las tareas de educación, esa «función metafísica» que hace del humano diferente al resto de seres vivos. «El humano es la única especie que educa a sus crías. Damos a nuestros hijos una herencia genética y otra cultural», dijo el también autor de 'Anatomía del miedo' y 'La inteligencia fracasada'.
Lo que la humanidad ha tardado 200.000 años en aprender, un niño lo hace en ocho o nueve. Lo consigue a través del lenguaje, por medio de una reestructuración del cerebro y un asentamiento de estructuras vitales básicas. Parafraseando a Nietzsche, el filósofo toledano esbozó una muy general definición de educación. «El hombre es un animal no definido».
El esfuerzo
En ese estado primitivo, la educación consiste en la selección de cultura que se le va a proporcionar desde sus primeros años. La cultura despojada de su significado de contenido teórico y completada por la visión del aprendizaje social. Una y otra parecen fracasar a diario. Se percibió ayer por las preguntas de los asistentes a la conferencia de José Antonio Marina, el último en participar en el encuentro de 'Las dos Culturas'. Más que cuestiones, parecía un desahogo. Que si los profesores han de combatir con su propia soledad, que si es casi imposible 'salvar' a un adolescente que no ha 'aprendido' en la etapa anterior...
La llamada de atención de los docentes no puede ser resuelta por Marina (está implicada toda la sociedad ¿no?), pero al menos el filósofo pudo ofrecer algunas recetas: «el profesor (llámese padre) debe enfrentarse a lo que le preocupa al niño: cómo me va ir en la vida y cómo voy a convivir con los demás».
En ese sentido, de nuevo aparece el lenguaje como herramienta en su pura vertiente de servidor de la comunicación. El conferenciante así lo ejemplificó. «Cuando le pregunto a mis alumnos qué han aprendido conmigo siempre me responden que el consejo que les doy curso tras curso. Uno para los chicos y otro para ellas. A éstas les digo que durante el cortejo, los hombres sufren una locuacidad efímera. A los chicos les explico que durante el flirteo, las mujeres escuchan más y mejor».
Comentó también Marina la necesaria formación de ciertos principios entre los discentes. La del esfuerzo se antoja primordial. La del esfuerzo, la comprensión del fracaso, el premio y el castigo, la significancia y autoestima y todos esos conceptos que a menudo se entierran o se lanzan uno a otros como patatas calientes que nadie quiere. Después vienen los PISA y otros informes, la estadística, los reproches políticos, la maldición de las nuevas tecnologías... Paños calientes.
«Todos los niños no son iguales. Nacen con unas funciones intelectuales básicas, incluso por sexos, con hormonas distintas y con pautas de comportamiento distintas. Son fáciles o difíciles, fuertes o vulnerables, con mayor o menor resistencia a la tarea», alertó el conferenciante. El esfuerzo los diferencia. No en sus primeras apariciones, cuando el niño hace o deshace por sentirse como los demás y porque produce un bienestar. Su otra manifestación es aprendida. «Cuando realizamos un esfuerzo porque así nos sentimos creativos, importantes, seguros». Confianza en la competencia lo llaman. Él, su Universidad para padres y los seguidores que se cuentan por legiones, comienzan a creérselo. Está en juego la sociedad del mañana.