Les quieren gobernar
Cuando los dos principales líderes tracionan su conciencia, hay que cambiarlos de puesto
Actualizado:Qué pereza enzarzarnos ahora en el debate del adelanto electoral. Se me ocurre una solución mejor. Tenemos a Zapatero, que deambula a estas horas por los pasillos del palacio de la Moncloa tarareando la 'María Cristina' de la Vieja Trova Santiaguera, en versión presupuestaria: «Los mercados me quieren gobernar, y yo les sigo, les sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente que los mercados me quieren gobernar». Y tenemos por otra parte a Rajoy, que toma el ascensor para llegar a su despacho en Génova mientras canturrea la misma tonada, en versión gürtelectoral: «El partido me quiere gobernar, y yo le sigo, le sigo la corriente», etcétera.
Ésta es la elección que podemos hacer: o el que hace lo contrario de lo que piensa porque tiene que obedecer a los mercados, a Bruselas o a ambos; o el que hubiera querido no votar contra el tijeretazo para presentarse como una persona responsable -es decir, obediente de buen grado a los mercados- pero acabó votando lo contrario de lo que pensaba.
Como ven, resulta innecesario llamarnos a las urnas. Cuando los dos principales líderes políticos del país están traicionando su conciencia de una forma tan manifiesta, todo lo que hay que hacer es cambiarlos de puesto. Y a ser posible, con las mínimas molestias para el ciudadano y para el déficit. Si los intercambiamos sin más, nos ahorramos el pico de los sobres y las papeletas -sobre todo las del Senado, un bosque entero-, las mesas electorales y los bocadillos de los interventores. Además nos libramos de ver por las calles esos carteles con gente feísima propios de las campañas, y seguimos fijándonos en los macizos de Calvin Klein.
Si ponemos sin más trámite a Rajoy de presidente, desde ese cargo se puede dedicar, con genuino entusiasmo, a congelar las pensiones y recortar el sueldo a los funcionarios; en una segunda etapa, se le encomienda la reforma laboral, ésa que va a ahondar la dualidad del mercado de trabajo, como las anteriores, a precarizar más el empleo juvenil y a abaratar el despido. Por último, podrá alargar la edad de jubilación, como va a hacer Zapatero sin convicción. Entretanto él, desde los escaños de la oposición, puede sacar a los ciudadanos a la calle, invocar su defensa de los débiles y encabezar manifestaciones contra los recortes, lo que hará con suma eficacia, mirándose cada mañana al espejo y diciéndose: «Eres un pancartero de película, tío». Nosotros estaríamos igual de fastidiados que vamos a estar, pero con la seguridad de vivir en un mar de coherencia. Y los mercados, tranquilitos de una vez. No me digan que no resulta tentador.