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ECHAR EL CIERRE

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Muchos negocios, incluso aquellos en los que no se veía a nadie comprar, están cerrando sus puertas. ¿Para qué las quieren, si no entran los de fuera y la mitad de los de dentro ya se han escapado? Son las consecuencias del ajuste, que está sacando a los españoles de sus casillas al mismo tiempo que los mantiene en sus casas, para no gastar un euro. Se fusionan las cajas con finalidad de que no suenen a hueco las que están vacías, y se les recorta el sueldo a los funcionarios, que sólo en la Junta son 285.00, «indio, indio menos», que dijo el poeta que intentó contar a los que desfilaban en fila india en aquella procesión. La gente normal, los 'recortables' y los que no temen que les metan la tijera porque carecen de empleo empiezan a tener miedo ante la reaparición de la palabra 'copago'. El vocablo asusta sobre todo a las personas mayores. Los viejos no entendemos muchas cosas, pero sobre todo nos cuesta trabajo comprender que después de tantos años de trabajo se plantee cobrar por la sanidad, que era un derecho adquirido. ¿Habrá que echarle el cierre a la Seguridad Social, que era nuestro orgullo hasta que entramos en caída libre? Si no cierran la puerta del todo, pretenden dejarla entornada. Sálvese el que pueda salir sin pillarse los dedos. Sólo hay algo peor que tener que ir al médico: que el médico venga a nosotros. Nadie ignora que han existido muchos abusos, ya que habitamos en el país que hizo de la picaresca un género literario, pero si el copago progresa pagarán justos por pecadores y enfermos terminales por enfermos imaginarios. Hay que ser conscientes de que ningún negocio va bien ahora, salvo los estancos, porque hay más fumadores que antes de la ley antitabaco, pero las puertas de la Seguridad Social no deben prevalecer entre sus clientes obligatorios. La democrática muerte exige el pago al contado.