Pleno de ausencias imposiblesZapatero sacrifica el Foro de la Alianza de Civilizaciones
Por primera vez en años, el Congreso registró un lleno hasta la bandera con sus 350 escaños ocupados
MADRID. RIO DE JANEIRO. Actualizado: GuardarMal día para los que buscan fotografías con el hemiciclo semivacío para acusar a sus señorías de falta de celo profesional. El pleno de ayer, en el que se debatía el real decreto-ley de medidas de ajuste del gasto público, colgó el cartel de 'no hay billetes'. Los 350 diputados del Congreso ocuparon, por primera vez en muchos años, sus escaños. La movilización de los grupos socialista y popular fue total. Imposible ausentarse de una cita tan clave. Tanto que Francisco González Pérez y Juan de Dios Martínez Soriano, ambos del PP, interrumpieron sus convalecencias -por dolencias graves- para estar en su escaño y pulsaron el botón del 'no'. Si había lugar para la sorpresa, las huestes de Mariano Rajoy estarían preparadas. Esfuerzo baldío. No hubo tal.
El temor al escaño vacío llevó al socialista José Antonio Alonso y la popular Soraya Sáenz de Santamaría al extremo de prohibir a los suyos que salieran del patio del palacio. Los más veteranos cuentan leyendas de ascensores que se atascan e impiden llegar a tiempo a una votación e, incluso, dicen que las croquetas del famoso y cercano bar Manolo tienen la cualidad de hacer perder la noción del tiempo.
La tensión era la de las grandes ocasiones. En la sala conocida como 'El Escritorio', frente a una de las puertas del hemiciclo, medio centenar de informadores aguardaba la votación con sabor a Eurovisión o final de Mundial de fútbol. Apenas quedaban segundos para que José Bono ordenara cerrar las puertas cuando en la pantalla se vio un asiento vacío en el grupo socialista. «¿Dónde está Alfonso Guerra?», preguntó alguien. Tras una imagen panorámica de la sala, el ex vicepresidente del Gobierno apareció en su sitio. Con cierta inquietud también se vivió la llegada de la plana mayor de CiU. Josep Antoni Durán i Lleida y Josep Sánchez Llibre fueron de los últimos en acceder a su sitio. ¿Habrían cambiado de opinión a última hora? El marcador final disipó cualquier duda.
Se ponían fin a más de tres horas de discusión que se inició con la decepción de comprobar que era Elena Salgado y no José Luis Rodríguez Zapatero quien defendía el decreto. Adiós al 'cara a cara' con Mariano Rajoy. Es más, llegados a ese punto se dudaba de la participación de Rajoy, que sólo dirime en la tarima con el presidente del Gobierno. Pero el líder de la oposición no quiso perderse una clara oportunidad de darles a los socialistas donde más les duele, en los recortes sociales. Rajoy repartió estopa, pero no fue el único. El resto de los portavoces de la oposición criticó con dureza al presidente, que aguantó en su escaño todos los envites sin rechistar, dando la callada por respuesta.
La frase de «la soledad parlamentaria de Zapatero» se comentó mucho en los corrillos. Tanto que llegó a oídos del aludido. El jefe del Ejecutivo, tal vez fiel al refrán de 'al mal tiempo buena cara', bromeó cuando abandonaba el Congreso entre un enjambre de cámaras, grabadoras y micrófonos : «No parece que esté solo, al menos de periodistas». Tras una difícil mañana, el PSOE respiró aliviado. «Compañeros, buen trabajo, gracias», rezaba en el sms de la dirección del grupo que recibieron todos los diputados socialistas tras la dura batalla.
Sacar adelante la reforma laboral es ahora más perentorio que nunca para José Luis Rodríguez Zapatero. Detrás de esa urgencia está la decisión del presidente del Gobierno de anular el viaje que tenía previsto realizar ayer, a la salida del lapidario pleno que tuvo lugar en el Congreso, para participar en el III Foro de la Alianza de Civilizaciones en Río de Janeiro. Lejos de estar a punto de caramelo, la negociación entre sindicatos y empresarios está, según fuentes gubernamentales, «empantanada».
El jefe del Ejecutivo pretende dedicarse en cuerpo y alma este fin de semana a desatascar, si es necesario en persona, el diálogo de la mesa social. Pero esa es sólo una gota más en el vaso amargo que en la noche del miércoles le llevó a descolgar el teléfono para avisar al presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, de que le dejaría tirado en esa cita de la que el propio Zapatero era gran impulsor.
Apenas unas horas antes, había conocido la noticia de que el PNV votaría en contra del decreto del 'tijeretazo', una estocada con la que no contaba porque los socialistas siempre pensaron que las medidas extraordinarias de ajuste saldrían adelante con la abstención de todos los nacionalistas.
Hacia las siete de la tarde, Iñigo Urkullu anunció su posición. El presidente ya empezó a ver entonces que lo que tenía en ciernes era una suerte de moción de censura encubierta y, a las ocho, su gabinete se ponía en contacto con el de 'Lula' para concertar una entrevista telefónica que, finalmente, tuvo lugar a última hora de la noche, alrededor de las 00.30.
El presidente de Brasil y Zapatero ya se habían visto la semana pasada en Madrid, en la VI Cumbre UE-América Latina y Caribe, pero en esta ocasión tenían programado un largo encuentro bilateral que, finalmente, tendrá lugar en Toronto durante la reunión del G-20, a finales de este mes.
Este 'tú a tú' con el líder de una de las principales potencias emergentes del mundo era casi el único aliciente de un viaje que, por lo demás, carecía de objetivos concretos.