La bronca del Senado vacuna al Congreso
Los grupos y Bono evitaron que se reeditara en la sesión de control la tensión de la Cámara Alta
MADRID.Actualizado:La colosal bronca vivida el martes en el Senado, con buena parte de la bancada popular golpeando los escaños y gritando «¡Zapatero, dimisión!», sobrevoló ayer la sesión de control al Gobierno en el Congreso, en la que los grupos consiguieron que no se reeditase un espectáculo semejante. Se palpó el 'síndrome del Senado'.
El pulso semanal de cinco minutos entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy tuvo un perfil bajo, con intervenciones contenidas, sin aspavientos y sin alzar la voz. Nada parecido a la refriega de la víspera. Las bancadas de ambos partidos, pese a estar casi al completo, guardaron un inusual silencio durante las alocuciones sin apenas interrupciones.
La única muestra de efusividad se produjo cuando el presidente del Gobierno terminó su turno, que fue despedido por una prolongada ovación de los socialistas, sin respuesta alguna desde los escaños populares, una actitud que olió a intento de desagravio por la tensión del día anterior.
El enfrentamiento siguiente, el que tuvo como protagonistas a la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, y la portavoz del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, resultó evidente desde un principio que iba poner fin a la tregua. Arrancó con frases directas a la mandíbula del contrario y con un conato de rumores y comentarios desde los escaños del PP.
Sobreactuación
El presidente de la Cámara, José Bono, no esperó ni un segundo para poner orden. Era evidente que él tampoco estaba dispuesto a permitir que el día terminase en bronca. Con tono resolutivo y cierta sobreactuación ante un disturbio menor, señaló que «se puede ser tan firme y duro en los principios como correcto en las formas», y recordó a los diputados que «el único que puede interrumpir a los oradores es el presidente de la Cámara».
La tensión ni siquiera se desbordó cuando De la Vega reprochó a los populares que «la ceguera electoral les tiene asilvestrados», que son una oposición que «sólo es capaz de decir 'no' a todo», que se comporta como «un pájaro de mal agüero, siempre al acecho del botín electoral», y mientras el Gobierno toma «decisiones difíciles» por España, Rajoy se va «a comer caracoles», en alusión a su presencia en la fiesta de este gasterópodo en Lérida el sábado, y su partido se limita a «montar broncas en el Senado».
De manera recíproca, la sangre tampoco llegó al río en los escaños socialistas cuando escucharon como Sáenz de Santamaría les restregaba que la aprobación del decreto de recortes marca «el principio del fin» de Zapatero y que con las medidas contra los pensionistas se han quedado «sin ideas ni ideología».