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El misterio de la vida

MANUEL VERA BORJA
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Buceo en los periódicos y el ruido y la furia de la crisis me abruma y me cansa. Sobre todo la incertidumbre, torpeza e inseguridad con la que se mueven los poderes públicos frente a los mercados, auxiliados por economistas que, como oráculos de la modernidad, tratan de interpretar su insondable opacidad. Esto sí que es un misterio, y no el de la vida, ése con el que nos criamos y para el que no parecía haber respuesta hasta que Venter anunció la creación de vida artificial en la mesa de un laboratorio con la ayuda de un ordenador. El científico que descifró el genoma humano en 2000, pasará a la historia como el primer artífice humano de la vida, el hombre que ha conseguido por primera vez lo que consideramos desde siempre un atributo divino: crear la vida. Porque lo que ha hecho es fabricar con productos químicos inertes el ADN necesario para reconstruir el genoma de una pequeña bacteria (que habita en la laringe y tiene 350 genes), introducirla en otra bacteria vaciada de genes y conseguir que se reproduzca hasta que todo el organismo sea artificial y al mismo tiempo sea idéntico al natural.

En otra época esto habría pasmado a la humanidad, corriendo de boca en boca, creando incredulidad y curiosidad a partes iguales, levantando polémicas en parlamentos, cortes y mentideros que especularían sobre las fronteras del conocimiento o la capacidad del ser humano, no sólo para manipular la vida, sino para crearla. De este descubrimiento saldrán sin duda sorprendentes posibilidades para el control de la naturaleza en beneficio del desarrollo de nuestra especie. Aunque no me cabe ninguna duda de que será en beneficio de algunos más que de todos. Que sus aplicaciones se conducirán más por su rentabilidad en el mercado que por su interés para superar las miserias y problemas de la humanidad. Es decir, volveremos a estar en manos del oscuro mercado y sus oráculos.

Una vez que Copérnico, Galileo y Einstein nos colocaron en un rincón del Universo, que Darwin nos situó como una especie evolucionada de otra, Freud nos enseñó las entretelas del alma con el psicoanálisis y Venter nos acaba de mostrar el misterio de la vida, es la hora de plantear al mundo científico el último gran reto de la humanidad: el misterio del mercado.

No sé si «el hombre está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar» como decía Jacques Monod, pero estoy cada vez más seguro de que está realmente inerme frente a la omnipotencia del dios Mercado, cuyos torpes demiurgos nos hacen pagar sus insondables designios. Pido el Nobel y el gobierno del mundo a quien nos explique a los mortales el misterio del mercado.