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ORSAY

YO ERA DEL MADRID

EUGENIO CAMACHO
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Mientras se aclara el futuro inmediato del Xerez, me gustaría referirme a un detalle del que se ha hablado menos de lo que pensaba durante esta semana. Sé que criticar al Real Madrid y a Florentino Pérez, un presidente que rebosa soberbia y arrogancia por igual -así le va-, ni se estila ni está bien visto en la mayor parte de las cabeceras deportivas nacionales. Pero yo, que soy periodista de pueblo, y a mucha honra, no quiero dejar pasar un episodio que me ha llevado a aborrecer al club que admiraba.

Sí, yo era del Madrid. Me hice merengue gracias a su casta y amor propio. Crecí deleitándome con el miedo escénico del Bernabéu y las inolvidables remontadas europeas ante el Inter, el Anderlecht, el Borussia... Aunque el azulino fue mi color desde niño, el estar entonces tan lejos de la elite me condujo a mi segundo equipo, con el que seguí disfrutando años después gracias a la «Quinta del Buitre» y al ejemplo y la profesionalidad de Raúl.

Y así hasta el pasado domingo. Soñábamos todos en el Xerez con dar el «chupinazo» en Pamplona. Nos lo merecíamos después de una segunda vuelta heroica que me recordaba a ese Madrid cuya fe movía montañas y le permitía remontar eliminatorias imposibles. Todo estaba preparado. Bastaba con ganar a Osasuna y que los grandes hicieran su trabajo. En el Reyno de Navarra hubiéramos cumplido, de no ser porque en los últimos cuatro minutos ya sabíamos el resultado de Málaga y arrojamos la toalla. Barça y Valencia ganaron, pero el Madrid bajó los brazos vergonzosamente en un paripé infame y se sumó a la fiesta por la permanencia en La Rosaleda. El año pasado, con una derrota poco creíble en Pamplona en la última jornada, los madridistas adulteraron la competición. Este año han vuelto a hacerlo. Algún día volveremos, y el fútbol da muchas vueltas. De momento, el Madrid tiene, como mínimo, un seguidor menos. Y no es un calentón.