Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Sebastián Castella se dispone a matar a su primero de la tarde. :: EFE
Sociedad

Una importante corrida de Puerto de San Lorenzo

No llega a acoplarse El Cid, no remata ni mide Castella un faena buena y Pinar sabe batirse con un gran sexto

BARQUERITO
MADRID.Actualizado:

Cuatro toros muy notables de Puerto de San Lorenzo: cuajo, cara, hechuras, seriedad, formalidad, combatividad. Todo eso. Es probable que los dos primeros fueran hermanos por varias sangres. Y, si no, engañarían las apariencias. De rama distinta un cuarto cinqueño que, pese a escarbar, no se resistió ni una sola vez. Y diferente de esos tres un imponente sexto de trapío fantástico. Acarnerado, vuelto de cuerna, no descarado, gruesas mazorcas, corto de manos, ancho: la hondura.

Este sexto fue de bravo fondo. Bravura destilada en viajes humillados, en repeticiones seguras, en no dejar de ir, en emplearse sin perdonar ni una baza, ni consentir errores. Pudo haber sido, pero no lo fue, toro de tragedia. Lo lidió con seguridad Juan Rivera, que, al pretender cerrarlo a una mano y corriendo por delante, perdió pie en un mal paso. Acabó cayendo bajo el estribo al intentar meterse en la tronera. Ahí se enceló el toro, que, por veleto, no pudo hacer presa. Los momentos fueron de angustia inenarrable. Costó quitar al toro. Salió aparentemente ileso Rivera pero con el entrecejo y el cuello tintados de sangre.

Y casi grogui. Pero se negó a irse a la enfermería. Fue el mayor susto de la feria.

Pero es que cuatro toros antes se había vivido otro de proporciones semejantes. Después de haber cobrado un pinchazo y no en el momento de hacerlo, Castella fue sorprendido y empalado por el segundo, que lo tuvo entre las manos y contra las sienes un rato que se hizo interminable. Castella se zafó por milagro porque, como tantos toros heridos, éste retenía a su presa como si fuera un rehén. Castella salió libre. Intacta su moral de torero de glacial valor. «Sin mirarse», dicen los clásicos. Otro pinchazo, media trasera y toro despachado como si no hubiera sido nada.

Pese a ser propicia por brava, no fue corrida de triunfos. Y no porque se frustrara ninguna faena por fallos a espada. El Cid abusó de los lances de tanteo y doma en el primero y lo dejó picar al relance. Castella se hizo sentir en un ajustadísimo y atrevido quite por gaoneras, tres, abrochadas con gran revolera. El Cid no llegó a acoplarse ni a templarse.