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Un espejo para la historia
150 años de clases continuas han aportado cultura, lucidez y tolerancia a la sociedad gaditanaLos alumnos son los mejores cicerones para difundir la filosofía de su centro, Patrimonio Educativo Andaluz
CÁDIZ. Actualizado: GuardarHay cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida. Las paredes del Columela respiran. Y lanzan mensajes que desafían la indolencia e invitan a detenerse un instante y reflexionar.
Traspasar su umbral equivale al reencuentro con un espacio familiar, conocido y aprendido, aunque sus baldosas de terrazo rojizo se pisen por vez primera, o la mano descubra el placer de deslizarse por el barandal de su escalera curvilínea. Sensaciones que denotan el contacto con un espacio añejo y preñado de vida. Un gran acuario de pasillos silenciosos y aulas palpitantes que se asoma al Atlántico. «Es un edificio con mucha luz y una distribución muy especial. Algo muy coherente con la educación del momento». Paco Vaca, director del centro, eleva su voz por encima de la cafetera, que chilla sin clemencia.
El primer instituto público
«Lo mejor es que hemos sabido adaptarnos a los nuevos tiempos, a los cambios en el sistema educativo y a las nuevas tecnologías, sin perder nuestra tradición y nuestras señas de identidad». Nada menos que 150 años de historia contemplan al Columela. Fundado en 1863, fue el primero de la provincia sostenido con fondos públicos y permaneció en el convento de San Agustín de la calle San Francisco hasta su traslado en 1962 al nuevo edificio, sobre las cuevas de María Moco por donde acceden al foso de las Puertas de Tierra. Hoy es Patrimonio Educativo Andaluz y recibe visitas de alumnos y profesores de toda la región. «Yo soy Manolito Falla. Para entrar en el Columela tuve que hacer un examen de retórica, poética, dictado y quebrados. Saqué un notable y ahora estudio geografía, latín y castellano». En el archivo del instituto se conserva intacto el examen de ingreso que Manuel de Falla realizó en 1888. También su expediente, al igual que el de todos y cada uno de los alumnos que han pasado por el centro. «No se ha perdido ni uno sólo. Vienen muchas personas a hacer fotocopias para enmarcar y regalárselo a sus padres, abuelos.».
Desde Alejandro Lerroux, que fue presidente de la República, hasta el escritor Fernando Quiñones y otros más contemporáneos, pero igualmente populares como la presentadora Paz Padilla o el comparsista Antonio Martínez Ares.
La voz infantil del compositor gaditano es su intérprete en las visitas guiadas que los alumnos ofrecen a los visitantes, Miguel Ángel Cabrera, alumno del ciclo de Animación Sociocultural. «Sólo pensar que el año que viene son las prácticas y ya no pasaré tanto tiempo en el instituto.». Todos los estudiantes aprenden la historia de su centro en las aulas y después realizan puestas en escena con personajes como el propio agrónomo latino Columela, Lola la Piconera, o Vicente Rubio, primer director del centro, y otros extras como esclavos, legionarios.
El fantasma del archivo
Miguel Ángel Cabrera, Verónica Rodríguez, José Manuel Portas y Rubén Luna se mueven como peces en el agua en el improvisado recorrido y el fantasma del padre Ramón, que según las limpiadoras habita en el archivo, recupera su habitual sosiego. Cada puerta guarda tras de sí un pequeño museo. «Tenemos unos 15.000 ejemplares, muchos del siglo XIX y anteriores, hasta de finales del 1.500». Luis Mario Escalona, antiguo alumno y bibliotecario interino, muestra algunas de las joyas que se guardan en la sala, como un libro de apuntes de 1866. El inusual jaleo levanta la vista de Sara Medina. «Es un centro con mucha historia, y a la vista está que nunca ha dejado de dar clases. Ni con la Monarquía, la República, o la Dictadura. Ha estado activo desde que se abrió».
«Los rayos luminosos se unen y convergen cuando se topan con un espejo cóncavo. Y se bifurcan en el convexo». José Manuel Portas se conoce al dedillo las funciones de cada uno de los extraños artefactos con los que sus antepasados aprendían las leyes de la física en el laboratorio. Pero los mejores utensilios que salvaguarda el Columela son los que no se ven. «Hay compañeros que llegan con problemas pero el gran ambiente que hay entre profesores y alumnos actúa como parachoque».
Verónica explica que además de la calidad humana, la concavidad del espejo se teoriza en las aulas con el grado superior de Integración Social y se practica a diario con el aula de interculturalidad.
Mestizaje en las aulas
No en vano el Columela, como otros centros, tiene una pequeña torre de Babel entre los pilares que lo sustenta con alumnos marroquíes, latinoamericanos y orientales. «Desde el principio nos dan mucha libertad. Todos sabemos lo debemos y lo que no debemos hacer». Luis es partícipe del papel que juega el centro por su ubicación. Para el vicedirector, José Antonio Gordillo, el vínculo del instituto con el barrio de Santa María es determinante. «Nos llegan muchos alumnos con problemas educativos y socioculturales y una de nuestras misiones principales es recuperarlos y devolverlos a la sociedad con más posibilidades». Así los rayos lucen más cuando abandonan la convexidad del espejo.